viernes, 27 de julio de 2018

¿Qué cambia al cambiar las palabras? Una reflexión inicial

¿Qué cambia al cambiar las palabras? Una reflexión inicial.

Nota: La reflexión que sigue es parte de una serie de artículos que estoy ideando sobre el tema de posibles revisiones al Libro de Oración Común. 

Uno de los temas que vemos cada vez más en la Iglesia Episcopal (y otras secciones de la Comunión Anglicana) es la revisión y composición de sus textos litúrgicos y teológicos, algo que afecta a cada comunidad de la iglesia, incluyendo a las de habla hispana.

Vocabolario degli accademici della Crusca, 1612
Foto cortesía de Sailko
Como suele pasar con tantas cosas en la vida, el tema de las traducciones de textos para el uso de la iglesia rápidamente se vuelve complicado. Algunas propuestas no afectarían los textos en español en lo más mínimo, mientras algunas de manera sutil cambiarían la enseñanza bíblica.   La iniciativa de revisar El Libro de Oración Común y de producir textos alternativos puede servir de ejemplo:

Los que abogan por cambios profundos en los textos litúrgicos desean sustituir el vocabulario tradicional por un lenguaje “más expansivo e inclusivo,” pero toda la discusión se maneja en inglés. Insisten en que kingdom les suena demasiado masculino y en que debemos usar reign. (El equivalente en español sería usar “dominio” o quizá “reinado” en lugar de “reino”.) Realmente es un cambio sin sentido, pues son dos palabras que expresan lo que hace un rey, solo que la primera viene de una antigua raíz anglosajona y la segunda viene del latín. Mucho de lo que se plantea en los debates carece de correspondencia en el español.

No obstante, sí, hay planteamientos que afectarían los textos litúrgicos en español. Algunas personas proponen que los textos nuevos (o revisados) excluyan ciertos vocablos como Padre, Señor, Hijo, Rey y las palabras relacionadas como paternal, señorío, filial, reino, poderío y el uso del pronombre “él” para hablar de Dios. El argumento para esto es que el lenguaje masculino para referirse a Dios es ofensivo para muchas personas que han sufrido algún daño a manos de los hombres. Es un argumento que se entiende y que se respeta. No queremos ofender a nadie sin necesidad.

El problema con emascular nuestro lenguaje así es que el vocabulario tradicional es el lenguaje de la Biblia, de la Palabra de Dios escrita, y las palabras más criticadas son las que recibimos directamente de Jesucristo. Éstas forman una parte esencial de su mensaje. La paternidad de Dios fue igual de chocante en aquel entonces como lo es hoy. Que Dios es el Rey y Señor eterno, encima de todos los demás poderes del universo fue una declaración tan desconcertante y desafiante en aquel entonces como lo es hoy. Al eliminar o modificar estos conceptos para hacerlos más aceptables a nuestros oídos, corremos el riesgo de neutralizar el mensaje de aquel que nos dijo: —El que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él. El que no me ama, no hace caso de mis palabras. Las palabras que ustedes están escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado. (S. Juan 14:23,24)

martes, 24 de julio de 2018

Reflexión Bíblica para la Novena Semana después de Pentecostés


Imagen de la Sagrada Familia
 cortesía de C. Messier
Las lecturas para el Noveno Domingo después de Pentecostés nos llaman a reflexionar sobre una imagen bíblica muy interesante. Esta imagen es la figura del templo escatológico que Dios promete construir por el descendiente (“hijo”) del rey David (2 Samuel 7:13). En la época del ministerio terrenal de Jesús, éste fue un pasaje interpretado como una profecía mesiánica: Dios enviaría el rey verdadero, un descendiente de David, que construiría un templo permanente lleno de la presencia de Dios y que gobernaría para siempre. Para una nación abatida durante siglos fue un mensaje esperanzador.

Los primeros cristianos no se quedaron atrás con sus expectativas y esperanzas, pues vieron en Jesús al que las cumpliría. Se nota en Juan 2:20-22, por ejemplo, que Jesús desafiaba la existencia del templo de Jerusalén, proponiendo su cuerpo como sustituto, y eso parece ser el sentido del mensaje de San Pablo a los efesios (Efesios 2:22): Dios está construyendo el templo escatológico del cuerpo de Cristo, del cual los creyentes somos miembros. Dios tiene manos a la obra para prepararnos para que seamos las piedras pulidas con que él edificará el lugar de su habitación espiritual permanente. Dios quiere vivir en medio de nosotros, su pueblo redimido, y por medio del Espíritu Santo está trabajando en nuestras vidas para lograr ese propósito.  

Las lecturas para el Noveno Domingo después de Pentecostés son 2 Samuel 7:1-14a; Salmo 89:20-37; Efesios 2:11-22; San Marcos 6:30-34,53-56.

miércoles, 18 de julio de 2018

Reflexión Bíblica para la Octava Semana después de Pentecostés

Cortesía Palabradevda.com
A menudo me doy cuenta de que algunas personas se extrañan cuando miran a otros leer libros de teología o cuando empiezan a estudiar los comentario bíblicos, o los documentos históricos de la iglesia--¿Por qué quieren leer esos libros tan grandes y complicados? ¿Para qué sirve tanto estudio?

El estudio de la teología y sus afines (como cualquier tema de reflexión seria) sirve para muchos propósitos, pero el principal es el de hacernos entender mejor el mensaje de las Sagradas Escrituras. 

Un ejemplo claro es el primer capítulo de Efesios:

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales. Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia. Por su amor, nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, hacia el cual nos ordenó, según la determinación bondadosa de su voluntad. (Efesios 1:3-5 DHH)

Dada la manera de escribir que empleó San Pablo, cualquiera se puede enredar con este texto. (¡A pesar de la puntuación de las ediciones modernas, en griego Efesios 1:3-14 parece ser una sola oración larguísima!) Por eso, la tarea de la reflexión teológica es ayudarnos a desempacar los conceptos más densos y complicados a la hora de estudiar la Biblia. Nos enseña a leer con detalle, a cuestionar y tratar de compaginar el texto en nuestras manos con otros textos de las Escrituras, y nos enseña a usar mucha cautela cuando queremos enseñar “lo que la Biblia dice”.

Resumido en pocas palabras, el pasaje nos enseña que Dios siempre nos ha amado y nos ha preparado para participar en su vida gloriosa.

La tradición encuentra en Efesios 1:3-14 uno de los textos fundamentales para la doctrina de la elección y la predestinación: Que desde la eternidad Dios nos bendijo, nos escogió, nos preparó, nos destinó a ser sus hijos y nos ordenó según su buena voluntad. Se compara con Romanos 8:28-30 que expresa algo muy parecido, a saber, que Dios obra en nosotros para que lleguemos a compartir la gloria de Cristo. Al tomar en cuenta estos dos pasajes, nos ratifica que nuestra salvación es la obra de Dios y no algo que nosotros logramos. Por consecuencia, confesamos que Dios nos ama y que nos salva por una decisión tomada antes de crear el mundo, y eso nos ayuda a evitar el engaño de pensar que Dios nos ama por ser buenos o justos como a veces creemos y nos protege de la tentación de creer que podemos ganar lo que el Señor nos da libremente.

Las lecturas para el Octavo Domingo después de Pentecostés (2018) son 2 Samuel 7:1-14a;
Salmo 89:20-37; Efesios 2:11-22; San Marcos 6:30-34, 53-56.



miércoles, 11 de julio de 2018

Reflexión Bíblica para la Séptima Semana después de Pentecostés (2018)



Y me alegro también de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy. (1 Corintios 12:10)

En la epístola del domingo escuchamos algo sorprendente: nuestra debilidad es nuestra mayor fortaleza. Suena contradictorio, pero es una gran verdad la que el apóstol nos enseña.

De una u otra manera, todos somos débiles. Claro, todos tenemos habilidades y virtudes; todos somos capaces de lograr cosas importantes, pero todos en algo fallaremos. A todos, tarde o temprano, vendrán desafíos que no podemos sobrellevar por cuenta propia. Cuando intentamos superar estos desafíos con nuestras propias fuerzas, éstas desvanecen y tenemos que buscar a Dios. Sólo Dios nos puede suplir la fortaleza para superar los retos que el ser humano encuentra.

San Pablo escribió que se alegraba de sus debilidades porque sabía que cuando más débiles nos sentimos es cuando somos más fuertes. Somos más fuertes en nuestros tiempos de crisis porque en esos momentos nos damos cuenta de que dependemos totalmente de Dios. Los problemas graves de la vida como la enfermedad, la muerte de un familiar, los conflictos prolongados nos liberan del autoengaño que nos lleva a creernos los más capaces y nos orientan hacia la fuente de nuestra existencia que es Jesucristo. Cuando todo parece ir en contra de nosotros, también podemos escuchar las palabras del Señor: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad (2 Cor. 12:9).

Las lecturas para el Séptimo Domingo después de Pentecostés (2018) son 2 Samuel 5:1-5, 9-10; Salmo 48; 2 Corintios 12:2-10; San Marcos 6:1-13.

Hay muchas noticias que están saliendo de la Convención General de la Iglesia Episcopal, actualmente en sesión en la ciudad de Austin, Texas. Luego escribiré sobre los acontecimientos que creo que son los más importantes para el lectorado. 

miércoles, 4 de julio de 2018

La Iglesia Episcopal y el Cuatro de Julio

La Sociedad para Misiones Domésticas y Extrajeras de Iglesia Protestante Episcopal de los Estados Unidos de América—nombre oficial de la Iglesia Episcopal— tiene una historia extraña de celebrar (o no) la Independencia de su nación de origen.  


Las iglesias anglicanas de Norteamérica gozaban de oficialidad en las colonias inglesas, siendo la iglesia estatal en casi todas ellas. El gobernador representaba la corona en los asuntos eclesiásticos y supervisaba su administración, incluso de modo más cercano que en la propia Inglaterra porque en las colonias nunca hubo la presencia de obispos.  Los oficiales coloniales tenían que ser anglicanos. El gobierno cobraba impuestos para sostener  el ministerio de la iglesia.  Los curas también servían como jueces y magistrados locales.

El ejemplo de Williamsburg, la capital colonial de Virginia, ilustra la situación muy bien:  En el centro de la ciudad están el templo de la parroquia Bruton, el palacio del gobernador colonial y los primeros edificios de la Universidad de William y Mary—las tres instituciones más importantes de su tiempo, en ese tiempo tres instituciones anglicanas.  Por tanto no sorprende que cuando surgió el movimiento independista casi todo el clero apoyó la causa de la corona y después muchos clérigos huyeron a Canadá.  (La parroquia en que sirvo es de las muy pocas donde el ministro se quedó en funciones durante la Revolución.)

Los que quedaron o fueron revolucionarios antes o se conformaron al cambio de gobierno y la independencia de la iglesia. Muchos líderes laicos, miembros de las juntas parroquiales, habían luchado  a favor de la independencia americana.  De hecho la mayoría de los “Padres Fundadores” de la nación eran episcopales.  Es interesante que la Iglesia Episcopal no incluyera la conmemoración  de la Independencia en su revisión del Libro de Oración Común. No querían meter tantos asuntos politicos en la vida de la iglesia, lo que revela un tono conciliatorio poco común en nuestros días.   Fue hasta el año 1928 que Iglesia Episcopal incluyó la conmemoración del Día de Independencia junta a la del Día de Acción de Gracias en su edición del Libro de Oración Común, hasta entonces reconociendo la importancia religiosa de los días naciones.  


ETERNO Dios, por cuyo eficaz poder ganaron antiguamente nuestros padres sus libertades; Concede, te suplicamos, que nosotros y todo el pueblo de esta tierra podamos hallar gracia para mantener estas libertades en paz y en justicia; mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén. (Libro de Oración Común 1928, Día de Independencia)

Adaptado de un post previo en "El Cura de Dos Mundos"