La Sociedad para Misiones Domésticas y Extrajeras de Iglesia Protestante
Episcopal de los Estados Unidos de América—nombre oficial de la Iglesia Episcopal—
tiene una historia extraña de celebrar (o no) la Independencia de su nación de
origen.
Las iglesias anglicanas de Norteamérica gozaban de oficialidad en las
colonias inglesas, siendo la iglesia estatal en casi todas ellas. El gobernador
representaba la corona en los asuntos eclesiásticos y supervisaba su administración,
incluso de modo más cercano que en la propia Inglaterra porque en las colonias
nunca hubo la presencia de obispos. Los
oficiales coloniales tenían que ser anglicanos. El gobierno cobraba impuestos
para sostener el ministerio de la
iglesia. Los curas también servían como jueces y magistrados locales.
El ejemplo de Williamsburg, la capital colonial de Virginia, ilustra la
situación muy bien: En el centro de la
ciudad están el templo de la parroquia Bruton, el palacio del gobernador colonial
y los primeros edificios de la Universidad de William y Mary—las tres
instituciones más importantes de su tiempo, en ese tiempo tres instituciones
anglicanas. Por tanto no sorprende que cuando
surgió el movimiento independista casi todo el clero apoyó la causa de la
corona y después muchos clérigos huyeron a Canadá. (La parroquia en que sirvo es de las muy pocas donde el ministro se quedó en funciones durante la Revolución.)
Los que quedaron o fueron revolucionarios antes o se conformaron al cambio
de gobierno y la independencia de la iglesia. Muchos líderes laicos, miembros
de las juntas parroquiales, habían luchado a favor de la independencia americana. De hecho la mayoría de los “Padres Fundadores”
de la nación eran episcopales. Es interesante
que la Iglesia Episcopal no incluyera la conmemoración de la Independencia en su revisión del Libro
de Oración Común. No querían meter tantos asuntos politicos en la vida de la iglesia, lo que revela un tono conciliatorio poco común en nuestros
días. Fue hasta el año 1928 que Iglesia
Episcopal incluyó la conmemoración del Día de Independencia junta a la del Día
de Acción de Gracias en su edición del Libro de Oración Común, hasta entonces reconociendo la importancia religiosa de los días naciones.
ETERNO Dios, por cuyo
eficaz poder ganaron antiguamente nuestros padres sus libertades; Concede, te
suplicamos, que nosotros y todo el pueblo de esta tierra podamos hallar gracia
para mantener estas libertades en paz y en justicia; mediante Jesucristo
nuestro Señor. Amén. (Libro de Oración Común 1928, Día de Independencia)
Adaptado de un post previo en "El Cura de Dos Mundos"
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