¿Qué cambia al cambiar las palabras? Una reflexión inicial.
Nota: La reflexión que sigue es parte de una serie de artículos que estoy ideando sobre el tema de posibles revisiones al Libro de Oración Común.
Uno de los temas que vemos cada vez más en la Iglesia Episcopal (y otras secciones de la Comunión Anglicana) es la revisión y composición de sus textos litúrgicos y teológicos, algo que afecta a cada comunidad de la iglesia, incluyendo a las de habla hispana.
Vocabolario degli accademici della Crusca, 1612 Foto cortesía de Sailko |
Los
que abogan por cambios profundos en los textos litúrgicos desean
sustituir el vocabulario tradicional por un lenguaje “más
expansivo e inclusivo,” pero toda la discusión se maneja en inglés. Insisten en que kingdom
les suena demasiado masculino y en que debemos usar reign.
(El equivalente en español sería usar “dominio” o quizá
“reinado” en lugar de “reino”.) Realmente es un cambio sin
sentido, pues son dos palabras que expresan lo que hace un rey, solo
que la primera viene de una antigua raíz anglosajona y la segunda
viene del latín. Mucho de lo que se plantea en los debates carece
de correspondencia en el español.
No
obstante, sí, hay planteamientos que afectarían los textos
litúrgicos en español. Algunas personas proponen que los textos
nuevos (o revisados) excluyan ciertos vocablos como Padre, Señor,
Hijo, Rey
y las palabras relacionadas como paternal, señorío, filial, reino,
poderío y el uso del pronombre “él” para hablar de Dios. El
argumento para esto es que el lenguaje masculino para referirse a
Dios es ofensivo para muchas personas que han sufrido algún daño a
manos de los hombres. Es un argumento que se entiende y que se
respeta. No queremos ofender a nadie sin necesidad.
El
problema con emascular nuestro lenguaje así es que el vocabulario
tradicional es el lenguaje de la Biblia, de la Palabra de Dios
escrita, y las palabras más criticadas son las que recibimos
directamente de Jesucristo. Éstas forman una parte esencial de su
mensaje. La paternidad de Dios fue igual de chocante en aquel
entonces como lo es hoy. Que Dios es el Rey y Señor eterno, encima
de todos los demás poderes del universo fue una declaración tan
desconcertante y desafiante en aquel entonces como lo es hoy. Al
eliminar o modificar estos conceptos para hacerlos más aceptables a
nuestros oídos, corremos el riesgo de neutralizar el mensaje de
aquel que nos dijo: —El
que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre
y yo vendremos a vivir con él.
El
que no me ama, no hace caso de mis palabras. Las palabras que ustedes
están escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado.
(S. Juan 14:23,24)
Hay cambios que si vale la pena hacer como "ser humano" en lugar de "hombre" Y quizá hasta "la Divinidad" en lugar de Dios, pero hay otros, especialmente en español que sonarían absurdos. Creo que todos los extremos son malos.
ResponderEliminarP. Manuel: Le agradezco por el comentario. La verdad es que cualquier texto puede ser mejorado en algún aspecto u otro. Los textos griegos que usan "anthropos" con pocas excepciones significan "ser humano". La ventaja de "hombre" son sus virtudes, la de ser una sola palabra y de ser sustantivo. Voy a pensar más en "la Divinidad", pues no me convence de todo.
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