Imagen de la Sagrada Familia cortesía de C. Messier |
Las lecturas
para el Noveno Domingo después de Pentecostés nos llaman a
reflexionar sobre una imagen bíblica muy interesante. Esta imagen es
la figura del templo escatológico que Dios promete construir por el
descendiente (“hijo”) del rey David (2 Samuel 7:13). En la época
del ministerio terrenal de Jesús, éste fue un pasaje interpretado
como una profecía mesiánica: Dios enviaría el rey verdadero, un
descendiente de David, que construiría un templo permanente lleno
de la presencia de Dios y que gobernaría para siempre. Para una
nación abatida durante siglos fue un mensaje esperanzador.
Los primeros
cristianos no se quedaron atrás con sus expectativas y esperanzas,
pues vieron en Jesús al que las cumpliría. Se nota en Juan 2:20-22,
por ejemplo, que Jesús desafiaba la existencia del templo de Jerusalén,
proponiendo su cuerpo como sustituto, y eso parece ser el sentido del
mensaje de San Pablo a los efesios (Efesios 2:22): Dios está
construyendo el templo escatológico del cuerpo de Cristo, del cual
los creyentes somos miembros. Dios tiene manos a la obra para prepararnos para que seamos las piedras pulidas con que él edificará el lugar de su habitación espiritual permanente. Dios quiere vivir en medio de nosotros, su pueblo redimido, y por medio del Espíritu Santo está trabajando en nuestras vidas para lograr ese propósito.
Las lecturas
para el Noveno Domingo después de Pentecostés son 2 Samuel 7:1-14a;
Salmo 89:20-37; Efesios 2:11-22; San Marcos 6:30-34,53-56.
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