miércoles, 18 de julio de 2018

Reflexión Bíblica para la Octava Semana después de Pentecostés

Cortesía Palabradevda.com
A menudo me doy cuenta de que algunas personas se extrañan cuando miran a otros leer libros de teología o cuando empiezan a estudiar los comentario bíblicos, o los documentos históricos de la iglesia--¿Por qué quieren leer esos libros tan grandes y complicados? ¿Para qué sirve tanto estudio?

El estudio de la teología y sus afines (como cualquier tema de reflexión seria) sirve para muchos propósitos, pero el principal es el de hacernos entender mejor el mensaje de las Sagradas Escrituras. 

Un ejemplo claro es el primer capítulo de Efesios:

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales. Dios nos escogió en Cristo desde antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin defecto en su presencia. Por su amor, nos había destinado a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, hacia el cual nos ordenó, según la determinación bondadosa de su voluntad. (Efesios 1:3-5 DHH)

Dada la manera de escribir que empleó San Pablo, cualquiera se puede enredar con este texto. (¡A pesar de la puntuación de las ediciones modernas, en griego Efesios 1:3-14 parece ser una sola oración larguísima!) Por eso, la tarea de la reflexión teológica es ayudarnos a desempacar los conceptos más densos y complicados a la hora de estudiar la Biblia. Nos enseña a leer con detalle, a cuestionar y tratar de compaginar el texto en nuestras manos con otros textos de las Escrituras, y nos enseña a usar mucha cautela cuando queremos enseñar “lo que la Biblia dice”.

Resumido en pocas palabras, el pasaje nos enseña que Dios siempre nos ha amado y nos ha preparado para participar en su vida gloriosa.

La tradición encuentra en Efesios 1:3-14 uno de los textos fundamentales para la doctrina de la elección y la predestinación: Que desde la eternidad Dios nos bendijo, nos escogió, nos preparó, nos destinó a ser sus hijos y nos ordenó según su buena voluntad. Se compara con Romanos 8:28-30 que expresa algo muy parecido, a saber, que Dios obra en nosotros para que lleguemos a compartir la gloria de Cristo. Al tomar en cuenta estos dos pasajes, nos ratifica que nuestra salvación es la obra de Dios y no algo que nosotros logramos. Por consecuencia, confesamos que Dios nos ama y que nos salva por una decisión tomada antes de crear el mundo, y eso nos ayuda a evitar el engaño de pensar que Dios nos ama por ser buenos o justos como a veces creemos y nos protege de la tentación de creer que podemos ganar lo que el Señor nos da libremente.

Las lecturas para el Octavo Domingo después de Pentecostés (2018) son 2 Samuel 7:1-14a;
Salmo 89:20-37; Efesios 2:11-22; San Marcos 6:30-34, 53-56.



No hay comentarios:

Publicar un comentario