martes, 23 de octubre de 2018

Más sobre los evangelistas

Mi post anterior sobre los evangelistas laicos en la Iglesia Episcopal provocó bastante reacción, lo que indica que es un tema de que vale pena seguir hablando.


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Clérigo ortodoxo de Etiopía
Sólo tenemos que leer Mateo 28 para darnos cuenta que proclamar el mensaje de Cristo es tarea de la Iglesia: Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mando. Y yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mt.28:19-20)

Si esto no nos queda claro, el Libro de Oración Común pregunta a todos los candidatos para el Santo Bautismo (a los padres y padrinos también): ¿Proclamarás por medio de la palabra y el ejemplo las Buenas Nuevas de Dios en Cristo? La respuesta ratifica el compromiso: Así lo haré con el auxilio de Dios. (LOC 225).
Entonces parece que todos los cristianos estamos llamados a evangelizar a nuestro mundo.

Sin embargo, si leemos las Sagradas Escrituras vemos que algunas personas han recibido el don de realizar esta tarea de una manera particular. Podemos citar a “Felipe el evangelista” (Hechos 21:8), Timoteo (2 Timoteo 4:5) y los evangelistas enumerados entre los ministerios y dones que Dios ha establecido en Cuerpo de Cristo (Efesios 4:11).  Podemos estar seguros de que Felipe y Timoteo fueron ordenados y por estar entre un listado que incluye a los apóstoles, profetas, maestros y pastores, podemos pensar que fueron personas reconocidas de una manera oficial por la comunidad.  Según la Biblia, por lo tanto, existe un papel especial para evangelistas en el plan de Dios para su Iglesia.
Parece que  la intención de la Iglesia Episcopal al autorizar el ministerio del evangelista laico es re-establecer y acomodarse a este patrón neo-testamentario. Es una iniciativa sabia, porque todos estamos llamados a evangelizar, pero necesitamos que nos ayuden y nos motiven a proclamar el mensaje, tanto de palabra como de ejemplo. Por tanto, necesitamos a los evangelistas—no para evangelizar en nuestro lugar sino para enseñarnos y motivarnos a cumplir con el mandato que Cristo nos ha dado a todos.

Una versión anterior de este post fue publicado el 20 de octubre del 2016. 

miércoles, 17 de octubre de 2018

Reflexión Bíblica para la 21ª Semana después de Pentecostés (2018)

Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón. Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas. (Hebreos 4:12-15-DHH)

La Carta a los Hebreos compara la palabra de Dios con una espada de dos filos: Es cortante y poderosa, puede cambiar el destino de personas y naciones y puede transformar el mundo. Pienso que la gran mayoría de los creyentes diría que ésa es una gran verdad. Profesamos una bibliología muy elevada y una devoción a la Palabra de Dios.

El problema es que resulta un conflicto entre lo que profesamos y lo que practicamos. Decimos que amamos la palabra de Dios, pero la tratamos de otra manera. Cual espada, la dejamos en su vaina, y como una espada en su vaina, una Biblia no leída sirve para poco más que un adorno.

Si creemos que la Palabra de Dios es poderosa y que puede cambiar nuestras vidas, tenemos que sacarla de su vaina, bajándola de su estante y leyéndola. Así soltaremos el poder de esta palabra para que penetre nuestros corazones y nos transforme en verdaderos seguidores de Cristo, el Verbo eterno.

Las Lecturas para el 21º Domingo después de Pentecostés (2018) son Job 23:1-9,16-17; Salmo 22:1-15; Hebreos 4:12-16; San Marcos 10:17-31.

viernes, 12 de octubre de 2018

Cuestión litúrgica: Confirmación y Primera Comunión, “Primera Comunión o Comulgar antes de la Confirmación” (parte 3)

Cuestión litúrgica: Confirmación y Primera Comunión (parte 3)

Continuamos con el tema de la Primera Comunión  y la pregunta sobre su validez para los anglicanos y episcopales de hoy.

“La Primera Comunión”

Posibilidad #2 Los niños (y otras personas) deben comulgar después de recibir una debida preparación catequética y de ser admitidos a la Comunión por su clérigo local en vista de su futura confirmación.


El Libro de Oración de Comunión de 1662 introdujo dos modificaciones ligeras a la liturgia que nos pueden ayudar comprender cómo la práctica de la comulgar antes de confirmarse entró en la vida de las iglesias anglicanas.

La primera modificación al LOC fue la inclusión de “El Bautismo de Adultos” con el fin de suplir las cambiantes necesidades pastorales. Durante los años de la dictadura de Cromwell y la prohibición de la liturgia oficial y con el crecimiento de las colonias lejos de Gran Bretaña, hubo la necesidad de bautizar a personas adultas por la primera vez en varios siglos. La rúbrica del rito insiste en que todos los adultos bautizados así deben ser presentados al obispo lo antes posible para recibir la confirmación y la Santa Comunión.

La segunda modificación al LOC toca al rito de Confirmación, al que se agregó la siguiente rúbrica:

Y nadie será admitido a la Santa Comunión, hasta que sea confirmado, o esté pronto y deseoso de ser confirmado.

El motivo de este cambio fue el reconocimiento de que no había obispos en las colonias para confirmar y la falta de esta provisión hubiera hecho que ningún colono promedio comulguiese. En la práctica hubiera eliminado la Cena de Señor, un medio de gracia para la salvación, para una cantidad grande de creyentes. Siendo verdaderos pastores, los obispos anglicanos no podían abandonar sus hijos espirituales e hicieron la modificación a las rúbricas. Hay recalcar que “estar pronto y deseoso” quiere decir “estar preparado” ya con el conocimiento de el Padrenuestro, los Diez Mandamientos, el Credo y el Catecismo de la Iglesia.

Así que (hace 356 años) la práctica de administrar la Eucaristía a los no confirmados tras una catequesis debida entró en el anglicanismo.

En la próxima parte analizaremos la práctica de administrar la Santa Comunión a los niños bautizados sin catequesis y confirmación. 

miércoles, 10 de octubre de 2018

Reflexión Bíblica para la 20ª Semana después de Pentecostés (2018)

En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas. (Hebreos 1:1-2 DHH)

A diferencia de los dioses de varios sistemas filosóficos y religiosos, el Dios de los creyentes cristianos y el Dios de la Biblia es un Dios que habla, que se comunica con el universo, con el mundo y con la humanidad. Es un Dios que tiene algo que decirnos. Pero, ¿Cómo podemos recibir el mensaje?

La epístola a los Hebreos abre con la declaración de que Dios nos ha hablado desde los tiempos antiguos, incluso desde el primer momento de la creación. Dios habló y el universo con toda su belleza y estructura propicia para generar la gran diversidad de vida llegó a ser. Este Dios ha hablado en muchos momentos y de muchas maneras. Podemos ver las estrellas en el cielo e intuir su magnificencia; podemos escuchar sus palabras en la predicación de los profetas y en las esperanzas del pueblo de Israel, pero sobre todo podemos escuchar su voz en la voz de Jesús de Nazareth. La vida y las enseñanzas del Hijo de Dios resumidas en los Evangelios son el estándar de cualquier mensaje atribuido a Dios. Éstos juntos a los antiguos libros sagrados de Israel forman un discurso unido proveniente de un solo autor principal, Dios nuestro Padre. 

Este discurso es el mensaje de gracia, perdón y vida abundante en el amor de nuestro Creador.

Las lecturas para el 20º Domingo después de Pentecostés (2018) son Job 1:1,2:1-10; Salmo 26; Hebreos 1:1-4,2:5-12; San Marcos 10:2-16.