miércoles, 10 de octubre de 2018

Reflexión Bíblica para la 20ª Semana después de Pentecostés (2018)

En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas. (Hebreos 1:1-2 DHH)

A diferencia de los dioses de varios sistemas filosóficos y religiosos, el Dios de los creyentes cristianos y el Dios de la Biblia es un Dios que habla, que se comunica con el universo, con el mundo y con la humanidad. Es un Dios que tiene algo que decirnos. Pero, ¿Cómo podemos recibir el mensaje?

La epístola a los Hebreos abre con la declaración de que Dios nos ha hablado desde los tiempos antiguos, incluso desde el primer momento de la creación. Dios habló y el universo con toda su belleza y estructura propicia para generar la gran diversidad de vida llegó a ser. Este Dios ha hablado en muchos momentos y de muchas maneras. Podemos ver las estrellas en el cielo e intuir su magnificencia; podemos escuchar sus palabras en la predicación de los profetas y en las esperanzas del pueblo de Israel, pero sobre todo podemos escuchar su voz en la voz de Jesús de Nazareth. La vida y las enseñanzas del Hijo de Dios resumidas en los Evangelios son el estándar de cualquier mensaje atribuido a Dios. Éstos juntos a los antiguos libros sagrados de Israel forman un discurso unido proveniente de un solo autor principal, Dios nuestro Padre. 

Este discurso es el mensaje de gracia, perdón y vida abundante en el amor de nuestro Creador.

Las lecturas para el 20º Domingo después de Pentecostés (2018) son Job 1:1,2:1-10; Salmo 26; Hebreos 1:1-4,2:5-12; San Marcos 10:2-16.

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