En
tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de
muchas maneras por medio de los profetas.
Ahora,
en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el
cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas.
(Hebreos 1:1-2 DHH)
A
diferencia de los dioses de varios sistemas filosóficos y
religiosos, el Dios de los creyentes cristianos y el Dios de la
Biblia es un Dios que habla, que se comunica con el universo, con el
mundo y con la humanidad. Es un Dios que tiene algo que decirnos.
Pero, ¿Cómo podemos recibir el mensaje?
La
epístola a los Hebreos abre con la declaración de que Dios nos ha
hablado desde los tiempos antiguos, incluso desde el primer
momento de la creación. Dios habló y el universo con toda su
belleza y estructura propicia para generar la gran diversidad de vida
llegó a ser. Este Dios ha hablado en muchos momentos y de muchas
maneras. Podemos ver las estrellas en el cielo e intuir su
magnificencia; podemos escuchar sus palabras en la predicación de
los profetas y en las esperanzas del pueblo de Israel, pero sobre
todo podemos escuchar su voz en la voz de Jesús de Nazareth. La vida
y las enseñanzas del Hijo de Dios resumidas en los Evangelios son el
estándar de cualquier mensaje atribuido a Dios. Éstos juntos a los antiguos libros sagrados de Israel forman un discurso
unido proveniente de un solo autor principal, Dios nuestro Padre.
Este discurso es el mensaje de gracia, perdón y vida abundante en el amor de nuestro Creador.
Las
lecturas para el 20º Domingo después de Pentecostés (2018) son Job
1:1,2:1-10; Salmo 26; Hebreos 1:1-4,2:5-12; San Marcos 10:2-16.
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