Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que
cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del
alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a
juicio los pensamientos y las intenciones del corazón. Nada de lo
que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente
expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas. (Hebreos
4:12-15-DHH)
La Carta a
los Hebreos compara la palabra de Dios con una espada de dos filos:
Es cortante y poderosa, puede cambiar el destino de personas y
naciones y puede transformar el mundo. Pienso que la gran mayoría de
los creyentes diría que ésa es una gran verdad. Profesamos una
bibliología muy elevada y una devoción a la Palabra de Dios.
El problema
es que resulta un conflicto entre lo que profesamos y lo que
practicamos. Decimos que amamos la palabra de Dios, pero la tratamos
de otra manera. Cual espada, la dejamos en su vaina, y como una
espada en su vaina, una Biblia no leída sirve para poco más que un
adorno.
Si creemos
que la Palabra de Dios es poderosa y que puede cambiar nuestras
vidas, tenemos que sacarla de su vaina, bajándola de su estante y
leyéndola. Así soltaremos el poder de esta palabra para que penetre
nuestros corazones y nos transforme en verdaderos seguidores de
Cristo, el Verbo eterno.
Las
Lecturas para el 21º Domingo después de Pentecostés (2018) son Job
23:1-9,16-17; Salmo 22:1-15; Hebreos 4:12-16; San Marcos 10:17-31.
No hay comentarios:
Publicar un comentario