Mi post anterior sobre los evangelistas laicos en la Iglesia Episcopal provocó bastante reacción, lo que indica que es un tema de que vale pena seguir hablando.
Clérigo ortodoxo de Etiopía |
Si esto no nos queda claro, el Libro
de Oración Común pregunta a todos los candidatos para el Santo Bautismo (a
los padres y padrinos también): ¿Proclamarás
por medio de la palabra y el ejemplo las Buenas Nuevas de Dios en Cristo? La respuesta ratifica el compromiso: Así lo haré con el auxilio de Dios. (LOC
225).
Entonces parece que todos los cristianos estamos llamados a evangelizar
a nuestro mundo.
Sin embargo, si leemos las Sagradas Escrituras vemos que algunas personas
han recibido el don de realizar esta tarea de una manera particular. Podemos
citar a “Felipe el evangelista” (Hechos 21:8), Timoteo (2 Timoteo 4:5) y los evangelistas
enumerados entre los ministerios y dones que Dios ha establecido en Cuerpo de
Cristo (Efesios 4:11). Podemos estar
seguros de que Felipe y Timoteo fueron ordenados y por estar entre un listado que
incluye a los apóstoles, profetas, maestros y pastores, podemos pensar que
fueron personas reconocidas de una manera oficial por la comunidad. Según la Biblia, por lo tanto, existe un papel especial para evangelistas en el plan de Dios para su Iglesia.
Parece que la intención de la Iglesia
Episcopal al autorizar el ministerio del evangelista laico es re-establecer y acomodarse a este
patrón neo-testamentario. Es una iniciativa sabia, porque todos estamos llamados a evangelizar, pero necesitamos
que nos ayuden y nos motiven a proclamar el mensaje, tanto de palabra
como de ejemplo. Por tanto, necesitamos a los evangelistas—no para evangelizar en nuestro lugar
sino para enseñarnos y motivarnos a cumplir con el mandato que Cristo nos ha
dado a todos.
Una versión anterior de este post fue publicado el 20 de octubre del 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario