martes, 29 de noviembre de 2022

Pensando en el Adviento 1: Su mensaje


Quizás les parezca extraño, pero cada año el Adviento me entusiasma por su relativa pureza.  Como tiempo litúrgico, el Adviento se ve poco afectado por la comercialización, dado que los comercios ya llevan semanas—incluso meses—celebrando "el espíritu navideño" en el sentido de reinos, gnomos y elfos. Aparte de los calendarios de Adviento llenos de chocolates o juguetes de Lego, nadie vende decoraciones, adornillos de plástico o mercancías baratas de esta época. Los supermercados no nos ofrecen ventas especiales o descuentos para el Adviento. En fin, el Adviento aún conserva su aspecto puramente religioso. ¡Deo gratias!

Esta falta de comercialización del Adviento nos permite escuchar el mensaje de la época si deseamos hacerlo con intencionalidad. (Tenemos que querer escucharlo.) Y ese mensaje suena—si tenemos oídos—clara y contundentemente: Arrepiéntanse. Vigilen. El Señor viene. Y viene para juzgar a los vivos y los muertos.

Las colectas y los himnos de Adviento lo expresan de manera libre de sentimentalismos. No esconden la realidad de nuestra situación caótica y precaria en un mundo oscurecido por la ignorancia y el pecado humano, sino que la describen con términos precisos: tinieblas y esclavitud.


Para muestra, un botón:

Dios todopoderoso, danos gracia para despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la luz, ahora en esta vida mortal, en la cual Jesucristo tu Hijo, con gran humildad, vino a visitarnos; a fin de que en el día postrero, cuando vuelva con majestad gloriosa a juzgar a vivos y muertos, resucitemos a la vida inmortal; mediante él, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén. (Colecta para el Primer Domingo de Adviento)

El mensaje del Adviento nos recuerda que no podemos salvarnos por nuestra cuenta porque con nuestros pecados hemos contribuido a esta situación (¡que somos una raza de víboras! [véase Mt 3:7]). La misericordia de Dios en Jesucristo es nuestro único remedio.  Con la lectura de los textos de las profecías bíblicas, el canto de los himnos propios y el rezo de oraciones de la liturgia, confesamos nuestra necesidad de la gracia de Dios para arrepentirnos y despojarnos del mal y mantener viva llama de nuestra esperanza, pidiendo al Señor que venga ya para rescatarnos y ayudarnos.

 

 *Una nota breve al lector: Espero volver a utilizar este medio con más frecuencia para compartir mis reflexiones sobre la fe, la teología y los demás temas que me interesan. Por el momento no sé con qué regularidad voy a publicar, por tanto, pido que sigan la página para recibir notificación de las nuevas entradas. Muchas gracias. JJL+