Esta falta de comercialización del Adviento nos permite escuchar el mensaje de la época si deseamos hacerlo con intencionalidad. (Tenemos que querer escucharlo.) Y ese mensaje suena—si tenemos oídos—clara y contundentemente: Arrepiéntanse. Vigilen. El Señor viene. Y viene para juzgar a los vivos y los muertos.
Las colectas y los himnos de Adviento lo expresan de manera libre de sentimentalismos. No esconden la realidad de nuestra situación caótica y precaria en un mundo oscurecido por la ignorancia y el pecado humano, sino que la describen con términos precisos: tinieblas y esclavitud.
Dios todopoderoso, danos gracia para
despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la
luz, ahora en esta vida mortal, en la cual Jesucristo tu Hijo, con gran
humildad, vino a visitarnos; a fin de que en el día postrero, cuando vuelva con
majestad gloriosa a juzgar a vivos y muertos, resucitemos a la vida inmortal;
mediante él, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios,
ahora y por siempre. Amén. (Colecta para el Primer Domingo de Adviento)
El mensaje del Adviento nos recuerda que no podemos salvarnos por nuestra cuenta porque con nuestros pecados hemos contribuido a esta situación (¡que somos una raza de víboras! [véase Mt 3:7]). La misericordia de Dios en Jesucristo es nuestro único remedio. Con la lectura de los textos de las profecías bíblicas, el canto de los himnos propios y el rezo de oraciones de la liturgia, confesamos nuestra necesidad de la gracia de Dios para arrepentirnos y despojarnos del mal y mantener viva llama de nuestra esperanza, pidiendo al Señor que venga ya para rescatarnos y ayudarnos.
*Una nota breve al lector: Espero volver a utilizar este medio con más frecuencia para compartir mis reflexiones sobre la fe, la teología y los demás temas que me interesan. Por el momento no sé con qué regularidad voy a publicar, por tanto, pido que sigan la página para recibir notificación de las nuevas entradas. Muchas gracias. JJL+