Recientemente he encontrado un tema recurrente en las pláticas y consultas
con la gente en mi trabajo pastoral. Me lo mencionó un amigo sobre un almuerzo
el viernes pasado. Ayer recibí un mensaje
de otra persona que quiere conversar conmigo sobre el mismo tema. Hace unos días también yo estaba pensando y
escribiendo sobre este tema: el pecado original.
En mi experiencia, a pesar de tener un transfondo bíblico-teológico impresionante, la doctrina del pecado original no es algo en que la
gente piensa mucho. La excepción viene cuando empieza a estudiar la
teología o a revisar documentos como los Artículos de Religión. Entonces hay
mil preguntas y reflexiones posibles.
¿En qué consiste? ¿De dónde viene? ¿Cuál es la extensión de sus efectos?
¿Se elimina con el bautismo?
Hoy no es mi intención
responder a todas las preguntas mencionadas. Sólo deseo clarificar la clásica enseñanza
anglicana* sobre el tema en cuatro puntos:
1. El pecado original no trata solamente de
seguir el mal ejemplo de Adán y Eva.
2. El pecado original es una corrupción de la
misma naturaleza humana que a todos nos inclina hacia el mal.
3. Esta inclinación al mal nos lleva directo a la
rebeldía contra Dios, pues no podemos no pecar y, por tanto, por nuestra injusticia
merecemos el castigo divino.
4. Aunque el pecado
original se perdona en los que creen y son bautizados por la gracia de Dios, sus efectos negativos
permanecen durante nuestra vida mortal, lo que crea la oposición interior entre
nuestro “espíritu” y nuestra “carne”
cuando experimentamos la tentación.
Hieronymous Boesch "el Bosco", Jardín de las delicias, el Museo del Prado, Madrid |
* El pecado original no
consiste (como vanamente propalan los pelagianos) en la imitación de Adán, sino
que es la falta y corrupción en la naturaleza de todo hombre que es engendrado
naturalmente de la estirpe de Adán; por esto el hombre dista muchísimo de la
rectitud original, y es por su misma naturaleza inclinado al mal, de manera que
la carne codicia siempre contra el Espíritu y, por lo tanto, el pecado original
en toda persona nacida en este mundo merece la ira y la condenación de Dios.
Esta infección de la naturaleza permanece aún en los que son regenerados; por
lo cual la concupiscencia de la carne, llamada en griego Φρονεμα σαρκος, (que unos
interpretan como sabiduría, otros sensualidad, algunos afecto y otros el deseo de la carne), no está sujeta
a la Ley de Dios; y aunque no hay condenación alguna para los que creen y son
bautizados, aun así el apóstol confiesa que la concupiscencia y la lujuria
tienen en sí misma naturaleza de pecado. (Artículo IX, Del pecado original, LOC pág. 763)
Tema complicado este del pecado original...
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