Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (Parte 1)
En su primera carta a Timoteo, san Pablo aconseja al joven líder cristiano,
Dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza (1Tim.4:13).
Para el sacerdote de hoy las mismas tres cosas parecen ser necesarias para
cumplir con su vocación y ministerio, cada una de las cuales será un tema en
esta serie de posts sobre algunas prioridades en el ministerio sacerdotal.
Prioridad 1: El estudio
El ministro de Dios requiere conocimiento.
No puede dar lo que no haya recibido. No puede guiar a otros si es igual de ciego que
los demás. Tiene que leer y estudiar, pues el saber no viene por osmosis, sino
por el estudio y la meditación. El sacerdote necesita empapar su mente y su corazón con la
Palabra de Dios. También tiene que aprender a usar las herramientas de la
interpretación bíblica y a conocer las enseñanzas de los grandes maestros de la
fe para evitar equivocaciones y errores doctrinales que contribuyen a otros problemas.
En verdad el tema del estudio y el conocimiento es cosa seria, pues en el Antiguo Testamento leemos como Dios
castigó a los sacerdotes que no buscaban al conocimiento: Ya que tú has
rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio (Oseas 4:6b). En términos positivos, el Señor dice al
profeta Malaquías: Labios sacerdotales han de guardar el saber y en su boca
se busca la doctrina, porque es mensajero del Señor de los ejércitos (Mal.2:7).Por
eso el rito de Ordenación de un presbítero pregunta a los ordenandos: ¿Serás
diligente en la lectura y estudio de las Sagradas Escrituras, y en la búsqueda
del conocimiento de aquello que te haga un ministro de Cristo más fuerte y
capaz? Es tan importante que al que dice que no quiere esforzarse en el estudio, la Iglesia no le
puede encomendar el cuidado de las almas.
Algunos quizá dirán que lo que estudian en el seminario es suficiente para
su ministerio sacerdotal después, pero eso no es cierto. Se comprueba porque,
como vemos en los ejemplos anteriores, la obligación de buscar el conocimiento
de las Escrituras cae sobre los que están sirviendo en el altar y no sólo sobre
los candidatos. Es como dice un antiguo manual para sacerdotes anglicanos: No
es suficiente haber cursado un programa de teología y haber entendido su
significado; ni siquiera es suficiente haberlo enseñando públicamente. Más allá
de eso, uno debe cultivar asiduamente esta ciencia para imprimir sobre la mente
lo que se ha aprendido más profundamente todavía y para obtener la información nueva
que la teología siempre nos ofrece. El
sacerdote que ignora la teología o menosprecia
a la sagrada ciencia es igual al médico que ignora o menosprecia al
estudio de la medicina (The Priest’s Companion, 54).
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