Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 3)
Prioridad 3: La enseñanza
Por tradición los anglicanos respetamos mucho al papel magisterial de los
sacerdotes. El libro de ordenaciones
de la Iglesia de Inglaterra y de la
Iglesia Episcopal (hasta 1979) pregunta a los candidatos al presbiterato:
¿Os dedicaréis siempre con toda fidelidad y
diligencia a administrar la Doctrina y los Sacramentos, y la Disciplina de
Cristo, como el Señor ha mandado, y esta Iglesia los ha recibido de acuerdo con
los mandamientos de Dios; de manera que podáis enseñar al pueblo encomendado a
vuestro cuidado pastoral y guardarlos y observarlos con toda diligencia? ¿Y
estaréis dispuestos a desterrar y rechazar de la Iglesia, con toda fidelidad y
diligencia, todas las doctrinas erróneas contrarias a la Palabra de Dios;
amonestar y exhortar pública y privadamente, tanto a los enfermos como a los
sanos, en vuestras Congregaciones, cuando lo exija la necesidad, y la ocasión
lo requiera? (Fórmula para Ordenar Presbíteros, LOC 1928).
Los interrogatorios que siguen también enfatizan la enseñanza o la
doctrina, que es la traducción más tradicional de la palabra que usa san Pablo
(didaskalía). Tanto peso en la
enseñanza es bíblico. En el Antiguo Testamento el sacerdote Esdras organiza a
los levitas para poder enseñar al pueblo y explicar los rudimentos de la fe
cuando volvieron del exilio (cf. Nehemías 8). Los santos apóstoles también nos dicen que la
enseñanza es primordial para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y
zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y
de la astucia que conduce engañosamente al error (Efesios 4:14). Parece que
mala doctrina lleva a mala condición espiritual, pues Todo el que se excede
y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en
la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo (2 Juan 1:9).
Algo interesante del rito de ordenación es que no pregunta si el nuevo
presbítero predicará, sino pregunta si va a enseñar. La predicación, por tanto,
es sólo una parte de la enseñanza. La
predicación es una forma de enseñanza pública. Catequizar también lo es. Antes de la creación y extensión masiva de la
escuela dominical, los curas anglicanos estaban bajo la solemne obligación no sólo de predicar los domingos y días festivos sino de
catequizar a los niños de la congregación todos los domingos para que aprendiesen
el Padrenuestro, el Credo y los Mandamientos.
Existe además la enseñanza privada, lo que hoy llamamos el discipulado. Los
sacerdotes deben hacerse disponibles que explicar la fe a creyentes, a no
creyentes y a todos los que tienen preguntas sobre la vida cristiana. A veces
también requiere bastante preparación y trabajo, pero es para la edificación del
Cuerpo de Cristo y por esto han sido llamados y ordenados.
El sacerdote también tiene la obligación de enseñar con su vida (¡y con la
vida de su familia!) como lo muestra el mismo rito de ordenación:
¿Os dedicaréis con todo cuidado a modelar y conformar vuestra vida y la de vuestras familias de acuerdo con la Doctrina de Cristo, para que tanto vosotros como ellos, deis en cuanto os sea posible, los más saludables ejemplos y modelos al rebaño de Cristo?
¿Os dedicaréis con todo cuidado a modelar y conformar vuestra vida y la de vuestras familias de acuerdo con la Doctrina de Cristo, para que tanto vosotros como ellos, deis en cuanto os sea posible, los más saludables ejemplos y modelos al rebaño de Cristo?
Es decir que el cura anglicano se levanta
y se acuesta con la tarea de enseñar y por tanto debe ser cuidadoso en todo
momento, cuidadoso con lo que hace y cuidadoso con los dice porque nunca
sabemos cuándo la vida le dará la oportunidad de demostrar y comprobar la fe a
muchos durante el diario caminar.
Muéstrate dechado
de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable, para
que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros (Tito
2:7-8).
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