lunes, 24 de agosto de 2015

Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 3)


Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 3)
Prioridad 3: La enseñanza
En continuación de los dos posts anteriores, hoy seguimos con el consejo paulino, Dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza (1Tim.4:13) para ver la importancia de la enseñanza en el ministerio pastoral.  
Por tradición los anglicanos respetamos mucho al papel magisterial de los sacerdotes.  El libro de ordenaciones de la Iglesia de Inglaterra  y de la Iglesia Episcopal (hasta 1979) pregunta a los candidatos al presbiterato:
¿Os dedicaréis siempre con toda fidelidad y diligencia a administrar la Doctrina y los Sacramentos, y la Disciplina de Cristo, como el Señor ha mandado, y esta Iglesia los ha recibido de acuerdo con los mandamientos de Dios; de manera que podáis enseñar al pueblo encomendado a vuestro cuidado pastoral y guardarlos y observarlos con toda diligencia? ¿Y estaréis dispuestos a desterrar y rechazar de la Iglesia, con toda fidelidad y diligencia, todas las doctrinas erróneas contrarias a la Palabra de Dios; amonestar y exhortar pública y privadamente, tanto a los enfermos como a los sanos, en vuestras Congregaciones, cuando lo exija la necesidad, y la ocasión lo requiera?  (Fórmula para Ordenar Presbíteros, LOC 1928).
Los interrogatorios que siguen también enfatizan la enseñanza o la doctrina, que es la traducción más tradicional de la palabra que usa san Pablo (didaskalía).  Tanto peso en la enseñanza es bíblico. En el Antiguo Testamento el sacerdote Esdras organiza a los levitas para poder enseñar al pueblo y explicar los rudimentos de la fe cuando  volvieron del exilio (cf. Nehemías 8). Los santos apóstoles también nos dicen que la enseñanza es primordial para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error (Efesios 4:14). Parece que mala doctrina lleva a mala condición espiritual, pues Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo (2 Juan 1:9).
Algo interesante del rito de ordenación es que no pregunta si el nuevo presbítero predicará, sino pregunta si va a enseñar. La predicación, por tanto, es sólo una parte de la enseñanza.  La predicación es una forma de enseñanza pública. Catequizar también lo es.  Antes de la creación y extensión masiva de la escuela dominical, los curas anglicanos estaban bajo la solemne obligación no sólo de predicar los domingos y días festivos sino de catequizar a los niños de la congregación todos los domingos para que aprendiesen el Padrenuestro, el Credo y los Mandamientos.     
Existe además la enseñanza privada, lo que hoy llamamos el discipulado. Los sacerdotes deben hacerse disponibles que explicar la fe a creyentes, a no creyentes y a todos los que tienen preguntas sobre la vida cristiana. A veces también requiere bastante preparación y trabajo, pero es para la edificación del Cuerpo de Cristo y por esto han sido llamados y ordenados.
El sacerdote también tiene la obligación de enseñar con su vida (¡y con la vida de su familia!) como lo muestra el mismo rito de ordenación:

¿Os dedicaréis con todo cuidado  a modelar y conformar vuestra vida y la de vuestras familias de acuerdo con la Doctrina de Cristo, para que tanto vosotros como ellos, deis en cuanto os sea posible, los más saludables ejemplos y modelos al rebaño de Cristo?
 Es decir que el cura anglicano se levanta y se acuesta con la tarea de enseñar y por tanto debe ser cuidadoso en todo momento, cuidadoso con lo que hace y cuidadoso con los dice porque nunca sabemos cuándo la vida le dará la oportunidad de demostrar y comprobar la fe a muchos durante el diario caminar.
Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros (Tito 2:7-8).

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