Quinto Día de la Navidad: Nostalgia y Esperanza
Parece que a todo el mundo le encanta la Navidad. A muchos nos trae recuerdos
de la infancia y cierta nostalgia de cómo las cosas fueron antes. Pensamos en
las comidas—quizás la pierna de cerdo y los tamales, quizás las langostas con bistec,
puré de camote y habichuelas verdes. También pensamos en las demás tradiciones
familiares como la de adornar el pino y fijar cada pieza del nacimiento en su
lugar. Queremos que todo sea perfecto para que los que más amamos, especialmente los niños, puedan vivir el
mismo gozo de la Navidad que nosotros conocimos
en aquellos “tiempos dorados” de nuestra niñez.
También los días de Navidad son momentos de esperanza. Para los niños es la
esperanza de recibir el juguete tan deseado que pidieron a sus padres, a Santa
Claus, a los Reyes Magos o al Niño Dios. (Quien lleva los regalos varía algo de
lugar en lugar, también la fecha.) Los
grandes ya tienen otras esperanzas. Tenemos la esperanza que el año nuevo
sea próspero y productivo, de poder vivir con salud y con el amor de
nuestras familias y nuestros amigos. A
lo mejor también crecerá otra esperanza en nuestros corazones, la esperanza de
un mundo en donde reine la paz porque allí reina el Príncipe de Paz, el Señor
Jesús.
Porque un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo: lleva el cetro del
principado y se llama Consejero maravilloso, Guerrero divino, Jefe perpetuo,
Príncipe de la paz.—Isaías 9:5