Y se oyó una voz del cielo, que decía: "Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido” (S. Marcos 1:11)
En la imaginación
popular el significado de la Epifanía del Señor (o la Manifestación de Cristo a
los Gentiles) ha sido dominado por la visita de los “reyes magos” con sus
obsequios de oro, incienso y mirra mencionados en S. Mateo 2. Sin embargo, hasta
la edad media y de cierto modo hasta los cambios del siglo XX, los textos
litúrgicos daban énfasis a tres eventos conmemorados como manifestaciones de la
identidad de Cristo: la Visita de los sabios del oriente, el Bautismo del Señor
y su Primer Milagro en las bodas de Caná.
Celebrar el
Bautismo del Señor en el primer domingo después del 06 de enero nos incentiva a
no perder de vista que la Epifanía no sólo nos enseña quién es el niño Jesús sino también nos revela quién es el hombre Jesús. Este
año escuchamos el relato compacto de San Marcos sobre el bautismo de Jesús en el río Jordán.
El evangelista nos dice
que el Señor se presenta a Juan el Bautista como cualquier otro, como una persona normal, para
ser bautizado. Dentro de esta normalidad humana se manifiesta la verdadera
identidad de Jesús. ¡Es el Ungido por el
Espíritu y el Hijo amado del Padre! Es el Mesías tan deseado por el pueblo
de Dios que se solidariza con la humanidad. Jesús es bautizado para mostrarnos
que como hombre está unido al pueblo que quiere redimir de sus pecados y para
hacerle volver a Dios, según la proclamación de Juan.
Debemos acordarnos
que Cristo se manifiesta también en nuestra vida diaria. Podemos hablar con él en
nuestras oraciones, podemos escuchar su voz al leer las Escrituras y podemos
ver cómo se hace solidario con nosotros tanto en los momentos gratos como en
los difíciles.
Las Lecturas para la Fiesta del Bautismo del Señor
(2018) son Génesis 1:1-5; Salmo 29; Hechos 19:1-7; San Marcos 1:4-11.
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