El Señor su Dios hará que salga
de entre ustedes un profeta como yo, y deberán obedecerlo. (Deuteronomio
15:15)
Varios
pasajes de los evangelios hacen mención de Jesús como “el profeta que habría de
venir”. Durante el periodo de su
ministerio terrenal ya muchos ya esperaban que Dios enviara a un profeta como
Moisés, un profeta que pudiera reunir el pueblo de Israel comunicarse con el
Señor directamente como Moisés lo hacía en el Monte Sinaí.
Monumento al Primer Obispo de Pittsburgh en el patio de
St. Thomas Memorial Episcopal Church
Oakmont, Pennsylvania (2002)
|
A
través de la historia Dios había enviado muchos profetas; sin embargo, ninguno
parecía ser el profeta definitivo prometido en Deuteronomio. Un lector del Antiguo Testamento pronto se da
cuenta que la genta hacía poco caso a los profetas, incluso los mataba.
Cuando
Cristo empezó su ministerio activo, se manifestó, en parte, a través de sus
enseñanzas como escuchamos en el pasaje de San Marcos asignado en el
leccionario. Jesús enseñó de una manera distinta, enseñó con autoridad. Y su predicación con esta autoridad tuvo efectos. En el caso particular de Marcos 1:21-28, su enseñanza
provoca la sanación de una persona atormentada por demonios y estos espíritus
caídos se ven obligados a obedecer. Si
hasta los demonios le obedecen, entonces la gente también le tendrá que
obedecer o enfrentar consecuencias (véase
Deut. 15:19).
En la
lectura de 1 Corintios, el Apóstol nos recuerda que el saber no es todo. También valen
la prudencia, la sabiduría y la comprensión de los demás. ¿Cuántas cosas
hacemos sólo porque podemos y sin pensar en cómo afectarán a nuestros hermanos? El creyente tiene obligaciones hacia los demás miembros del Cuerpo de Cristo.
Nota litúrgica: En el calendario tradicional, el tercer
domingo antes de llegar a Miércoles de Ceniza se llama Septuagésima y es cuando
algunas de las prácticas penitenciales
menos rigorosas antes de la Cuaresma.
Las lecturas
para la Cuarta Semana después de Epifanía (2018) son Deuteronomio 15:15-20;
Salmo 111; 1 Corintios 8:1-13; San Marcos 1:21-28.
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