Ante todo, les he transmitido lo que yo
mismo había recibido: que Cristo murió por nuestros pecados según las
Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras. (1
Corintios 15:3-4)
Siempre tenemos que dar gracias a Dios por
ustedes, hermanos amados del Señor, porque Dios los tomó para que fueran los
primeros en alcanzar la salvación, por la consagración del Espíritu y la fe
verdadera; y por medio de nuestra predicación de la Buena Noticia, los llamó a
poseer la gloria de nuestro Señor Jesucristo. (2 Tesalonicenses 2:13-14)
Las Sagradas
Escrituras nos instan a dar gracias por todo y no hay nada más grande que el
don—el regalo—que Dios nos ha dado, su propio Hijo Jesucristo que es el
Salvador del mundo. Creo que este
regalo es tan grande que debemos siempre estar agradecidos y expresar nuestra gratitud al Padre por su
inmenso amor. Dicho de otra manera, la gratitud debería ser una prioridad para
todos los cristianos.
Por eso este año he
propuesto a nuestra congregación que hagamos un ejercicio para poner en
práctica la gratitud como un elemento básico de nuestra espiritualidad: Celebraremos
50 Días de agradecimiento en conjunto
con los cincuenta días de Pascua. Todos los miembros de la iglesia tenemos
alcancías decoradas por los niños de la escuela dominical que lleva una
oración. La idea es que demos una pequeña ofrenda diaria como muestra de
nuestra gratitud al Señor por todo lo que ha hecho por nosotros, pues Dios ha hecho por nosotros
mucho más de lo que merecemos, incluso más de lo que podríamos desear. Al final
de los cincuenta días recogeremos a todas las alcancías para llevarlas al
altar en la fiesta de Pentecostés. ¡Será una fiesta de gratitud!
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