¿Por qué decir “el
cura”?
Ayer uno de los
estimados lectores me preguntó por qué uso
el término “cura” para hablar de los clérigos de nuestra iglesia. Me pidió también
explicar el uso de esta palabra en las traducciones del Libro de Oración Común.
Aquí va el intento…
En primer lugar,
yo uso la palabra “cura” por economía. El español es mi segunda lengua y para
mí es más fácil pronunciar cu-ra que pres-bí-te-ro o sa-cer-do-te.
Pero más allá de
ser una palabra fácil, es una palabra que me gusta por evocar a las imágenes
literarias del sacerdote de pueblo que en muchas ocasiones sin ser el titular de la parroquia ministra en el templo
día tras día. No busca ascensos, no le fascinan las maquinaciones políticas y su
interés no es ni el poder ni la riqueza, sino la gloria de Dios y el bienestar
de todos. Sencillamente es un hombre que sirve al Señor. Los que tienen acceso a copias del Libro de
Oración Común (1662) de la Iglesia de Inglaterra habrán visto que ese libro usa
la palabra “curate” a menudo para referirse a los clérigos. Las versiones en
español dicen “el cura”. Quiere decir “el
presbítero responsable por el cuidado espiritual” de la parroquia, es decir el
cura de almas. Durante varios siglos
éste no era necesariamente el rector o vicario oficial, sino un clérigo—a veces
muy pobre—contratado para oficiar en ausencia del titular. Era el cura que
bautizaba, celebraba la Santa Comunión, exhortaba,
absolvía, celebraba las bodas, visitaba a los enfermos y sepultaba a los muertos. Aunque no gozaba del nombre, era el pastor del
pueblo. En este sentido admirable uso la
palabra.
En años
posteriores con reformas eclesiásticas que obligaron a los clérigos a quedarse
en sus parroquias, la palabra “curate” llegó a significar un diácono o sacerdote
joven que sirve de asistente bajo la tutela de un clérigo más experimentado
antes de ser titular en una iglesia propia. A veces existe una confusión por la
diferencia de usanza entre la liturgia anglicana
oficial y el lenguaje moderno.
Quiero
darles un consejo a los líderes de la iglesia. Yo también soy líder como ellos,
y soy testigo de cómo sufrió Cristo. Además, cuando Cristo regrese y muestre lo
maravilloso que es él, disfrutaré de parte de su gloria. Mi consejo es el siguiente: Cuiden ustedes de las
personas que Dios dejó a su cargo, pues ellas pertenecen a Dios. Cuídenlas,
como cuida el pastor a sus ovejas. Háganlo
por el gusto de servir, que es lo que a Dios le agrada, y no por obligación ni
para ganar dinero. No traten a los que
Dios les encargó como si ustedes fueran sus amos; más bien, procuren ser un
ejemplo para ellos. Así, cuando regrese
Cristo, que es el Pastor principal, ustedes recibirán un maravilloso premio que
durará para siempre. (1 Pedro 5:1-4-TLA)
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