Entonces Jesús les abrió la mente para que entendieran las
Escrituras. Les dijo: "Todo esto
estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los
muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y
el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las
naciones, invitándolas a que se conviertan. (San Lucas 24:45-47)
Al llegar a
Pentecostés escuchamos de la venida del Espíritu Santo que Cristo prometió
enviar a su Iglesia con el fin de capacitarla para la misión de evangelizar al
mundo entero. La Buena Noticia es que
Dios nos limpia de todo pecado tras arrepentirnos y convertirnos a él por medio
de la gracia de su Hijo Jesucristo. Este mensaje es para los habitants de todas las naciones. No
hay nadie excluido. Todos debemos arrepentirnos y convertirnos a
Dios. Todos. El momento en que decidimos que alguna persona o algún
grupo de personas no requiere el arrepentimiento es el momento en que falsificamos el
evangelio de Cristo. Todos estamos
llamados a dejar el pecado y a seguir al Señor.
Veo que es
difícil y que la conversión parece ser un largo proceso. Sin embargo, tampoco
estamos solos porque también el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad (Rom.8:26). El Espíritu Santo nos
permite permanecer en Cristo mientras esperamos la plenitud de nuestra
salvación y la renovación de la creación de Dios, comenzando con nuestros corazones.
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