Tuve la intención de continuar el tema de ayer hasta que vida se interpuso y cambió mi manera de pensar...
Al parecer ya tengo varios años en que los últimos días de la Navidad se han vuelto frenéticos. Hace cinco años estabamos terminado los preparativos para mi ordenación sacerdotal. Llegaban familiares y amigos para acompañarme en esta ocasión tan especial. (Un amigo se perdió, aterrizando en el aeropuerto equivocado.) Mi esposa buscaba terminar los arreglos de la casa y de la comida festiva. Hubo mucho movimiento. Al fin y acabo el obispo me impuso las manos, haciéndome presbítero de la Iglesia de Jesucristo...Otro año me encontraba, ya viviendo en los EEUU, en Europa para fines educativos y casi partía para Egipto. Esperaba subir al Monte Sinaí como Moisés --sólo con un problema: Nada de ropa. (Pues se perdió mi maleta.) Obviamente fui de compras con el poco dinero en mano. Todo resultó muy agitado pero muy bien. Conseguí la ropa y el suéter. Subí a la montaña con frío pero contento. Este año en el día para dejar todo listo para poder visitar a mi familia en Carolina del Norte, y el carro decidió que le faltaba atención. Pues, ya recibió esta atención. Todo va estar bien.
Pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, ya que ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia de un auxilio oportuno (Hebreos 4:15-16).
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