Algunos
lectores saben que soy director del Instituto Ecuménico de
Ministerio Hispano que es una institución que instruye a líderes
lacios de la Iglesia Episcopal y la Iglesia Evangélica Luterana para
servir en varios aspectos del ministerio cristiano. Nuestros
cursos incluyen enseñanza para oficiar en ausencia de un clérigo. Durante una conversación con una alumna surgió la pregunta: ¿En
momento se predica el sermón durante los Oficios Diarios?
Aquí
respondo—
En primer lugar,
es necesario aclarar que en el caso de la Iglesia Episcopal, nunca es
obligatorio predicar
un sermón o leer una homilía u ofrecer una reflexión durante los
Oficios Diarios. No pertenece a la integridad del oficio y, por
tanto, siempre es un elemento opcional,
sea quien sea el oficiante. Al menos que el oficiante laico sea
también un predicador con licencia del obispo, no debería existir
una expectativa que éste también predique aunque siempre se puede
leer una homilía autorizada.
En
los casos de querer incluir un sermón en la Oración Matutina o
Vespertina, especialmente los domingos cuando hay buenos motivos para hacerlo, son tres opciones indicadas por las rúbricas del Libro de Oración Común: 1) después del Oficio, 2)
después de las Lecturas; 3) después de las Colectas (Véase
LOC 108-109).
Opción
1: Después del Oficio
No
conozco a ninguna instancia actual en que se haya tomado esta opción.
Sin embargo, durante la edad media y desde el siglo 16 hasta la
primera mitad del siglo 20 fue una práctica muy común predicar los
sermones después de los Oficios Diarios, especialmente cuando no se
celebraba la Santa Comunión, pues ninguna provisión existía para
predicar dentro de los estos oficios. De allí surge la costumbre de
ofrecer oraciones extendidas o intercesiones llamadas “Bidding
Prayers” (oraciones invitatorias) que terminan con el Padrenuestro.
También se acompañaban con el canto de los salmos métricos,
especialmente en tiempos cuando no se cantaban los himnos
regularmente. Hoy en día pocos serán tentados a predicar después
de finalizar el Oficio.
Opción
2: Después de las
Lecturas
Lo
atractivo de esta opción es que se conforma al patrón
acostumbrado de los que asisten regularmente a la celebración de la
Santa Eucaristía en que (con pocas excepciones) el sermón sigue a
las lecciones de las Sagradas Escrituras. Se puede predicar un
sermón después de la segunda lectura y su cántico (o después de
la tercera lectura si hubiere).
Según
mis criterios, no es la mejor opción porque interrumpe la lógica
interna de los Oficios Diarios al aplicarles la lógica de otro tipo
de culto. Por la lógica interna de la Oración Matutina o
Vespertina se desarrolla un secuencia propia: preparación con los
versículos bíblicos y/o la confesión de pecados, alabanza y
contemplación de Dios con los salmos, la enseñanza divina de las
lecturas y la respuesta a ellas con los cánticos seguida por su
afirmación con uno de los credos y por fin la elevación de oración
y petición al Señor con las colectas finales. Aunque hay
similitudes con la lógica de la celebración eucarística, no es la
misma, y prefiero no dar la impresión de que los Oficios Diarios sólo son una forma defectuosa de la misa porque
no lo son.
Opción
3: Después de las Colectas
Ésta
es la opción que más me convence. El permiso de predicar el sermón
después de las Colectas se dio durante la época de la reina
Victoria con la práctica de realizar oficios adicionales en las
catedrales. Adaptaron la práctica de Opción 1
y la incluyeron en estos oficios adiciones. Tiene la ventaja de no
interrumpir la estructura del oficio a la vez que le suma la
predicación. La posibilidad de cantar himnos antes y después y de
recoger una ofrenda hace que el sermón no sea como un adorno posterior
al oficio sino una parte importante de la adoración del pueblo de
Dios. Cuando la intención es leer una homilía escrita por el pastor
del lugar en su ausencia o cuando se quiere leer una de las Homilías
oficiales, esta opción evita sobrecargar a la gente con demasiado
texto leído de una sola vez.
Cualquiera la opción que se elija, es necesario pensar en los objetivos de cada evento y cada oficio para planificar adecuadamente y con anticipación.
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