"Christus Rex" |
Cuando el Hijo del hombre venga, rodeado
de esplendor y de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. La gente de todas las
naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor
separa las ovejas de las cabras. (San Mateo 25:31-32 DHH)
El evangelio para
el último domingo después de Pentecostés refleja la tendencia antigua de leer
textos sobre el juicio final durante las semanas antes del inicio del Adviento.
(Antiguamente la temporada de preparación para la Navidad se extendía a seis
semanas, no sólo a las cuatro de ahora.)
En este caso se
trata del llamado “juicio de las naciones”. Es una escena que muchos
reconocemos en que el Rey separa las ovejas de las cabras (Mateo 25:32) en base
de su solidaridad con los más pequeños de los hermanos de Cristo (25:40,45). Se
ha dado más de una interpretación de este pasaje. Una es que Cristo juzgará
cómo todos hemos tratado a los pobres y más necesitados independiente de
nuestra fe. Otra es que las naciones no creyentes serán juzgado en base de cómo
tratasen a los creyentes que viven entre sus pueblos. Me imagino que hay todavía más interpretaciones, pero
ésas dos son las más comunes.
Fuera cual fuera
la intención del evangelista, todos los intérpretes concuerdan en que Cristo
juzgará al mundo como Rey tal como indica el Credo Niceno: De nuevo vendrá para juzgar a vivos y muertos. Afirmar esta verdad de fe debería inspirarnos
a reflexionar y preguntarnos a nosotros
mismos si en verdad Cristo reina en nuestros corazones y en todos los rincones
de nuestras vidas, pues es cosa fácil declarar que Jesucristo es Rey de reyes y
Señor del universo, pero es otra dejar que el Cristo gobierne a todo nuestro
ser con su amor.
Las lecturas para la Fiesta de Cristo Rey (2017)
son Ezequiel 34:11-17,20-24; Salmo
95:1-7 (o Salmo 100); Efesios 1:15-23; San Mateo 25:31-46.
Dios omnipotente y eterno, cuya voluntad es restaurar todas las cosas en tu
muy amado Hijo, el Rey de reyes y Señor de señores: Concede, de tu piedad, que
todos los pueblos de la tierra, divididos y esclavizados por el pecado, sean libertados y unificados bajo su reino de amor; quien vive y reina contigo y el
Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
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