Al cabo de mucho tiempo regresó el Señor de aquellos
criados y se puso a hacer cuentas con ellos. (S. Mateo 25:19)
Debemos cuidar lo
que Dios nos ha encargado.
Las parábolas de Cristo siempre dan qué pensar y la parábola de los
talentos no es una excepción a la regla. Siendo una de las más largas, será una
de las más importantes. Me parece que es
tan importante porque enseña que no somos los dueños de nuestras vidas sino sólo administradores.
Muchas veces nos convencemos que todo es nuestro: nuestra habilidad,
nuestros talentos y logros, nuestro trabajo y nuestra familia. Se puede
entender, pues nos esforzamos, trabajamos y dedicamos recursos y tiempo para
lograr ciertos propósitos. Pero, al
contrario, el Señor viene a decirnos que no es así, que todo pertenece a él.
Nuestra capacidad de trabajar, nuestros logros y talentos, los trofeos de
nuestra vida pertenecen a Dios, el verdadero Dueño de la creación. Él ha
encomendado todo a nuestro cuidado, confiando en que podemos ser buenos
administradores de sus bienes y volverá a pedir cuentas de lo que hayamos hecho
con ellos.
La evaluación de
los empleados al final de la parábola hace explícito que, lejos de ser un invento de hombres que quieren asustar y engañar, el aviso sobre juicio de nuestras vidas es parte esencial del
evangelio de Cristo.
Las lecturas para el 23º Domingo después de
Pentecostés (2017) son Sofonías 1:7,12-18 (o Jueces 4:1-7); Salmo 90:1-12 (o
Salmo 123); 1 Tesalonicenses 5:1-11; San Mateo 25:14-30.
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