La primera es de
la Iglesia como un ejército: Aunque algunos dirán que es muy violenta,
es bíblica (por ej.: Deuteronomio 1:15; 2 Timoteo 2:3-4; Apocalipsis
19:19).
Pienso que es una
metáfora muy buena, pues un ejército está compuesto de muchísimas personas. Cada
una deberá cumplir su parte para funcionar como un solo organismo y así lograr
sus objetivos. Un ejército efectivo tiene un Comandante que envía a sus
oficiales a dirigir la campaña contra el enemigo. Cada oficial a su vez
trabaja con varios sargentos que supervisan y coordinan las actividades de
los soldados. Poco sirve un ejército con
muchos oficiales, pero sin sargentos. Un ejército solo con soldados tampoco
logrará ningún objetivo. Se necesita a todos—rangos superiores, rangos medios y
rangos de base— porque todos tienen una función
importante.
Soldados del Ejército de Letonia en formación militar |
Digo esto porque la Iglesia necesita el servicio de muchas personas, clérigos y laicos, cada uno diferente, para cumplir la misión que Cristo le dio. Realmente el pueblo de Dios requiere organización y tiene que delegar las responsabilidades misioneras a cada miembro si quiere lograr el objetivo de evangelizar al mundo. A una iglesia sin obispos y presbíteros le faltará dirección como un ejército sin
oficiales que planifican y dirigen la campaña. Y una iglesia llena de sacerdotes,
pero sin laicos, no hará nada aunque tenga los planes más grandiosos. No es por
nada que Dios mandó que Moisés nombrara “capitanes sobre miles, capitanes de cien, capitanes de
cincuenta y capitanes de diez.” Entendió que cada quien tiene dones distintos y algo que contribuir. Por eso, me extraña
que tantas congregaciones viven sin diáconos y líderes laicos bien formados. Se parecen a un ejército sin
sargentos, o como diría Moisés, a un ejército sin nadie entre los capitanes de mil y
los capitanes de diez.
(Parte 2 próximamente…)
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