Hasta hace pocos años la
Iglesia separaba el tiempo entre la Ascensión y el Día de
Pentecostés de la temporada pascual, creando así la “estación de
Ascensión”. Marcaba una diferencia de tono al acordarse de esos días
en que la Iglesia apostólica se reunía en oración y expectativa de
la venida del Espíritu Santo. Durante este periodo litúrgico los cristianos de siglos anteriores también reflexionaban
mucho sobre uno de los papeles principales de Cristo: Mediador
e Intercesor.
Christus, Thorvaldsen, 1821 |
El
texto de Juan 17 leído este domingo revela que Jesús anticipa su
rol de intercesor antes de la Ascensión. Jesús ofrece al Padre su
“Oración Sacerdotal” en la noche antes de su muerte, pidiéndole
que santifique y custodie a sus discípulos. Suplica para seamos
consagrados en la verdad de su palabra porque la palabra de Dios es
la verdad.
Juan
no es el único que nos enseña sobre este aspecto del ministerio de
Cristo: La primera mitad de la carta a los Hebreos parece ser una
meditación extendida sobre Cristo Sumo Sacerdote e Intercesor en el
santuario celestial, en el cual con gritos y súplicas está delante del
trono del Padre intercediendo a favor del pueblo de Dios. San Pablo
también nos recuerda que Cristo es “el único mediador entre Dios
y los hombres”.
A
veces por concentrarnos tanto en su papel de Juez y por las desviaciones de
la religiosidad popular, que a menudo quiere proponernos otros
mediadores, perdemos de vista que en todo momento Cristo nuestro
Abogado está intercediendo al Padre por nosotros para que recibamos
la plenitud de vida.
Las
lecturas para el Séptimo Domingo de Pascua (2018) son Hechos
1:15-17,21-26; Salmo 1; 1 Juan 5:9-13; San Juan 17:6-19.
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