El pago del pecado es la
muerte, pero el don de Dios es la vida eternal en unión con Cristo Jesús
nuestro Señor. (Romanos 6:23) El que recibe al mí recibe al que me envió.
(Mateo 10:40b)
Cuando toca a pagos y recompensas, todos nos alegramos por nuestro deseo de
recibir algún premio; no obstante, no debemos alegrarnos tanto. Las Sagradas
Escrituras son explícitas al contarnos que todos hemos pecado y
hasta parecemos esclavos del pecado por entregarnos tanto a su servicio. El
servicio del pecado sólo nos lleva a la muerte espiritual. Sin embargo, Dios
nos ofrece la libertad del pecado por medio su Hijo y nos da lo que
no podemos merecer por nuestra cuenta: Nos da la gracia para servir a la
justicia y para alcanzar la vida eterna cuando recibimos el Señor Jesucristo en nuestra vida y nos entregamos a su servicio.
Iglesia y antigua basílica de San Pablo, Cipre (c)2011 J. Lynch |
Las lecturas para el Cuarto Domingo después de Pentecostés (2017) son
Jeremías 28:5-9 ó Génesis 22:1-14; Salmo 89:1-4,15-18 ó Salmo 13; Romanos
6:12-23; San Mateo 10:40-42.
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