Pero
contigo estableceré una alianza: Entra en el arca con tu mujer, tus hijos y sus
mujeres. Toma una pareja de cada viviente, es decir, macho y hembra, y métela
en el arca, para que conserve la vida contigo: pájaros por especies, cuadrúpedos
por especies, reptiles por especies; de cada una entrará una pareja contigo
para conservar la vida. (Génesis 6:18-20)
Bendigan
al Señor, obras todas del Señor, * alábenle y exáltenle sobre todo para
siempre. (Cántico de los Mancebos)
Esta semana al leer la Oración Matutina,
como es costumbre para los clérigos, experimenté algo que suele pasar en algunos días del
calendario eclesiástico. Hablo del feliz encuentro de textos cuyo nexo resalta
la belleza del mensaje y que los ilumina
todavía más y mejor que la simple lectura por separado. Esta vez fue el encuentro textual entre la
historia de Noé (Génesis 6-9) y el Cántico de los Tres Mancebos (Apócrifo/adición
a Daniel 3). Tradicionalmente empieza la lectura de Génesis en la semana de
Septuagésima y el Benedicite toma el
lugar usual del Te Deum.
Bendigan
al Señor, lluvias todas y rocío, * vientos todos, fuego y calor.
Inviernos
y veranos, bendigan al Señor, * alábenle y exáltenle sobre todo para siempre.
Bendigan
al Señor, bestias silvestres, * y todos los rebaños y ganados.
Hombres y mujeres de todos los lugares,
bendigan al Señor, * alábenle y exáltenle sobre todo para siempre.
Génesis nos cuenta cómo Dios llamó al Noé
y le mandó construir el arca y llenarla con representantes del reino animal. Se presenta la historia con expresiones que
resaltan tan el mal del pecado como la belleza de la creación que el Señor
quiso salvar. El cántico invoca la misma creación y
todas las criaturas a alabar y bendecir al Señor Dios.
Noé
hizo todo lo que le mandó Dios. (Génesis 6:22)
Bendigan
al Señor, espíritus y almas de los justos, * alábenle y exáltenle sobre todo
para siempre.
Santos
y humildes de corazón, bendigan al Señor, * alábenle y exáltenle sobre todo
para siempre.
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