martes, 28 de febrero de 2017

Reflexión bíblica para la Última Semana después de Epifanía (Quincuagésima)


Siempre leemos uno de los relatos de la Transfiguración del Señor en el Último Domingo después de Epifanía. Este año es la versión de Mateo. Escuchamos que Cristo llevó a Pedro, Santiago y Juan a la montaña para lo que llamaríamos un retiro espiritual. Fueron a orar y experimentaron allí algo único: El rostro de Jesús se iluminó, su apariencia brilló con la luz divina. Dios se manifestó gloriosamente en aquel momento. Con razón Pedro quiso construir las chozas. Quería quedarse en ese momento para siempre pero no fue posible.

Lo que Pedro tuvo que aprender es que los momentos gloriosos en que sentimos fuertemente la presencia de Dios casi siempre son para capacitarnos para enfrentar los momentos más difíciles de nuestra vida. Jesús no llevó los discípulos a la montaña para quedarse sino para darles fortaleza. Los llevó a orar porque sabía que el camino delante de ellos sería muy duro, pues era el camino hacia la cruz.

Las Lecturas para el Último Domingo después de Epifanía son Éxodo 24:12-18; Salmo 2 (ó 99); 2 Pedro 1:16-21; San Mateo 17:1-9.

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