Gracias a Dios, la palabra “evangelismo” ya no se ve como un término tan
espeluznante como antes entre los episcopales: Muchos nos hemos dado cuenta que
es tarea de todos los bautizados compartir las buenas nuevas de Cristo en nuestra
vida diaria. Es decir, quisiéramos o no,
somos evangelistas. A esto digo “¡Amén!” Al leer el Nuevo Testamento también
nos damos cuenta que existe una vocación a ser evangelista entre los ministerios
del Cuerpo de Cristo. Por eso los cánones de la Iglesia Episcopal contemplan el
papel del evangelista laico con licencia.
Sin embargo, la Iglesia explica muy poco en términos prácticos qué es y qué
espera de este ministerio.
El Canon III.4.9 reza así:
Un
evangelista es un laico que presenta la buena nueva de Jesucristo de tal forma
que la gente desea recibir a Cristo como Salvador y seguir a Cristo como Señor
en el compañerismo de la Iglesia. Un Evangelista ayuda con el ministerio del
evangelismo de la comunidad en colaboración con el Presbítero y otros líderes
que ejercen supervisión de la congregación, o según lo indique el Obispo. (A esto también digo ¡Amén!)
Para resumirlo podemos decir que el
evangelista evangeliza y ayuda la Iglesia con el ministerio del evangelismo,
que es dar a conocer a Jesucristo como Salvador.
Por el momento estoy preparando una serie de cursos de formación en español
para los ministerios laicos con licencia en nuestra diócesis. Hasta ahora no
encuentro ningún modelo para la formación de evangelistas que seguir o adaptar
para el ministerio hispano. Entonces, tener
que diseñar un programa para evangelistas me ha hecho reflexionar sobre la
importancia de este ministerio para la Iglesia y sobre lo poco que hemos
dedicado a entrenar nuestra gente a compartir la buena nueva de Jesucristo. Es
una falta que quiero remediar con un programa sólido.
Pido sus oraciones por la bendición del Señor sobre este trabajo, y si
tienen experiencias con evangelistas laicos en sus diócesis, que, por favor, me las compartan.
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