jueves, 20 de octubre de 2016

Más sobre los evangelistas

Mi post de la semana pasada sobre los evangelistas laicos en la Iglesia Episcopal provocó bastante reacción, lo que indica que es un tema de que vale pena seguir hablando.

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Clérigo ortodoxo de Etiopía
Sólo tenemos que leer Mateo 28 para darnos cuenta que proclamar el mensaje de Cristo es tarea de la Iglesia: Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mando. Y yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mt.28:19-20)

Si esto no nos queda claro, el Libro de Oración Común pregunta a todos los candidatos para el Santo Bautismo (a los padres y padrinos también): ¿Proclamarás por medio de la palabra y el ejemplo las Buenas Nuevas de Dios en Cristo? La respuesta ratifica el compromiso: Así lo haré con el auxilio de Dios. (LOC 225).
Entonces parece que todos los cristianos estamos llamados a evangelizar a nuestro mundo.

Sin embargo, si leemos las Sagradas Escrituras vemos que algunas personas han recibido el don de realizar esta tarea de una manera particular. Podemos citar a “Felipe el evangelista” (Hechos 21:8), Timoteo (2 Timoteo 4:5) y los evangelistas enumerados entre los ministerios y dones que Dios ha establecido en Cuerpo de Cristo (Efesios 4:11).  Podemos estar seguros de que Felipe y Timoteo fueron ordenados y por estar entre un listado que incluye a los apóstoles, profetas, maestros y pastores, podemos pensar que fueron personas reconocidas de una manera oficial por la comunidad.  Según la Biblia, por lo tanto, existe un papel especial para evangelistas en el plan de Dios para su Iglesia.
Parece que  la intención de la Iglesia Episcopal al autorizar el ministerio del evangelista laico es re-establecer y acomodarse a este patrón neo-testamentario. Es una iniciativa sabia, porque todos estamos llamados a evangelizar, pero necesitamos que nos ayuden y nos motiven a proclamar el mensaje, tanto de palabra como de ejemplo. Por tanto, necesitamos a los evangelistas—no para evangelizar en nuestro lugar sino para enseñarnos y motivarnos a cumplir con el mandato que Cristo nos ha dado a todos.



   

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