En Norteamérica
la gente habla de la tentación de comer chocolate.
La idea es que comerse un dulce o un pastel es bueno. ¿Quién
quiere privarse de lo bueno? Entonces, nuestro
discurso sobre la tentación resulta ser más broma que tema serio. Y la verdad es que
me parece que ya no sabemos qué pensar sobre la tentación. Bromeamos porque no sabemos hablar en serio.
No sabemos reconocer la tentación en nuestras vidas y mucho menos nos preparamos para
enfrentarla. (De hecho no me acuerdo de
escuchar sermones o recibir alguna catequesis sobre la tentación en mis años
formativos.) El resultado es que cuando
la tentación se presenta delante de nuestros ojos, no nos damos cuenta. Si no nos damos cuenta ¿cómo vamos a resistir?
La tentación
viene de muchas formas. Siempre se nos puede ocurrir violar alguno de los
mandamientos de la segunda tabla de la Ley—Honra a tu padre y a tu madre, no
asesinarás, no robarás, no cometerás adulterio, no codiciarás. Todos
sabemos que debemos portarnos bien porque queremos que los demás se porten bien
con nosotros. Pero más graves son las tentaciones contra la primera tabla de la
Ley. Hoy día parece que estamos tentados
como nunca a violar estos mandamientos que fundamentan la
primacía de Dios en nuestra vida. He
aquí la raíz de todo pecado, pues todos los pecados se derivan de no darle a
Dios el primer lugar. Todos nuestros pecados por lo tanto son una clase de la
idolatría y tienen su base en nuestro orgullo (sea personal o del grupo). Eso es lo
que debemos resistir con ganas y es fácil rendirse.
El problema es
darse cuenta de esta tentación. Parece obvio pero siempre estamos dispuestos a poner a
cualquier cosa en el lugar de Dios. Es lo más fácil: Sólo es por un rato. Mañana oro. Mañana
leo la Biblia. Cuando tengo más tiempo voy a congregarme. Hoy hace frío. Hoy
calor, etcétera, etcétera. Pero
Dios nos llama ahora porque hoy es el día de salvación (Isaías 48:9; 2
Corintios 6:2). Hoy nos llama a seguir a
Jesucristo. Hoy nos llama a llevar nuestra cruz. Hoy nos llama a amar a Dios
sobre todas las cosas. Pues, de mañana no tenemos garantías.
Que esta cuaresma
nos sirva para resistir la tentación de poner para mañana lo que Dios nos pide hoy.
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