A veces se pregunta sobre qué es el ayuno. Normalmente, ayunar sencillamente es no comer desde el amanecer hasta acostarse para dormir. Para los que estamos acostumbrados a comer demasiado se vuelve una tarea un poco difícil y se recomienda mucha agua. En algunas comunidades cristianas el ayuno se limita a ciertas horas del día (por ejemplo entre las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde en honor a las horas en que Cristo padeció en la Cruz.) En otras, pues sugieren sólo el comer poco y limitarse a las verduras. Tampoco se exige el ayuno de los niños, los enfermos, o los ancianos. También los cristianos chinos están exentos del ayuno cuando la fecha del Miércoles de Ceniza se concuerda con la del Nuevo Año Chino, como el año pasado.
Como es de esperarse, las lecturas bíblicas de hoy dan instrucciones para el ayuno que agrada a Dios. El profeta Isaías (58) anuncia que el Señor desea que ayunemos de la injustica más que de cualquier otra cosa y que dejemos de oprimir y de engañar a los demás. Jesucristo (Mateo 6) enseña que ayunar para que nos sentamos bien o para que la gente nos diga lo bueno que somos tampoco sirve. Note que el Señor no menosprecia el ayuno; sólo exige que sea parte de una vida que busque servir a Dios y al prójimo.
Entonces clamarás, y el Señor te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.» Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará el Señor de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan. (Isaías 58:9-11)Una versión anterior de este post se publicó en "El Cura de Dos Mundos" (18/02/2015).
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