Las
Témporas son periodos de oración por los ministros de la Iglesia que ocurren en
las cuatro estaciones. En años pasados fueron también los días en que se
ordenaban los nuevos diáconos y presbíteros. Lo que sigue es una
reflexión para estas Témporas--
¿Qué
es, pues, Apolo? ¿Qué es Pablo? Así pregunta el autor de la primera carta a los corintios. El Apóstol dice
que son servidores de la fe, mensajeros del evangelio de Cristo a través de los
cuales los creyentes han escuchado del amor de Dios. También explica que son
como jardineros que plantan y riegan. Son empleados del verdadero dueño del
jardín, el Dios Creador. Ellos sólo hacen lo que el Jefe les dice--plantar y
regar, plantar y regar. Dios es quien hace crecer a las plantas. Después San
Pablo se compara con un albañil encargado de contribuir a la construcción de un
Templo. Puede idear cómo construirá sobre el fundamento pero no puede cambiarlo
porque el fundamento es Cristo.
Asimismo
pregunto: ¿Qué es, pues, el clero? ¿Qué son los obispos y los sacerdotes? Los
clérigos debemos decir lo que dijo San Pablo de sí mismo ¿Qué somos? Somos servidores y ministros de Cristo. No somos ni
los jefes, ni los dueños del jardín de Cristo: Jefe y Dueño, sólo lo es Dios.
Cualquier fruto que cosechamos en el ministerio es para Dios y le pertenece. Él
nos recompensará por el trabajo según lo merezcamos y nos castigará si le quedamos mal. También deberíamos
acordarnos de que otros estuvieron sirviendo en el jardín de Dios antes de
nosotros y que otros vendrán después. No hay otras bases que asentar. Cristo es
la base y el fundamento. El único que durará para siempre en la Iglesia es
Cristo, su Cabeza y Señor. Debemos ser fieles a lo que él nos ha encomendado. Él es
quien llevará el proyecto a cabo, no nosotros. Él es quien merece el honor y la
gloria de todos los logros de esta vida, pues esta también le pertenece.
Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios. (1 Corintios 3:5-9)