Esta semana leemos el
relato de la viuda que dio todo lo que tenía como una ofrenda al
tesoro del templo (S. Marcos 12:41-44). Muchas veces usamos este
pasaje para enseñar el valor relativo de las ofrendas, que es más
valioso dar lo poco que uno tiene que dar mucho de lo que a uno le
sobra. Y así es; sin embargo, hay otra lección que podemos extraer de
este texto.
Esta lección es que no
hay nadie que no puede ofrecer una contribución a la obra de Dios. Para la sociedad, la viuda no gozaba de ninguna importancia: Era una mujer pobre sin marido y sin dinero. Nadie la tomaba en cuenta--solo Jesús la mira y la observa porque él la conoce y la ama, y él sabe que el Padre a ella le ha dado recursos que custodiar e invertir en el reino de Dios. Como la viuda todos hemos recibido dones, talentos y recursos de Dios para dedicar
a la extensión del reino de los cielos, y por tanto todos tenemos
algo que dar: Podemos ofrendar el mucho o poco dinero que tengamos,
podemos orar y dar testimonio y podemos servir en la iglesia y en los
lugares donde se atiende a los necesitados. Sin excepción todos
podemos contribuir algo. Puede ser, como en el caso de la viuda, que
nuestra pequeña ofrenda anónima y sin pretensiones sea la más
importante y la más valiosa.
Las lecturas para el 25°
Domingo después de Pentecostés (2018) son Rut 3:1-5, 4:13-17; Salmo
127; Hebreos 9:24-28; San Marcos 12:38-44.
No se olvide de seguir "El Cura de Dos Mundos".
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