viernes, 31 de agosto de 2018

Reflexión breve sobre el ministerio pastoral

A veces observo que algunas personas tienen un concepto erróneo del carácter de los pastores, y por tanto, vale la pena volver a leer el texto de 1 Timoteo 3:1-7 que se trata de los requisitos del “obispo”. (Según muchos estudiosos los términos “obispo” y “presbítero/anciano” eran intercambiables durante el primer siglo del cristianismo.) 


 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.  Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;  no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad  (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);  no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (1 Timoteo 3:1-7 RVR1960)


 Al leer el pasaje se destacan tres nociones claras:


*El ministerio pastoral, “el obispado”, es algo honroso. Merece el respeto de los mismos ministros y de los a que ellos sirven. Ejercerlo es un privilegio y una responsabilidad enorme. (Acordémonos de Santiago 3:1.)
*El carácter del pastor se describe en el orden en que se desarrolla. Primero debe ser un hombre íntegro, segundo, debe ser un fiel marido y, tercero,  debe ser buen padre de familia.  Los atributos de un buen marido y un buen papá son los atributos de un buen pastor: Fidelidad, honestidad, habilidad de enseñar y sinceridad.
*El rol del pastor, por ende, se asemeja al papel del paterfamilias de la antigüedad, el padre de familia que se responsabilizaba por gobernar y cuidar su familia y por representarla en los asuntos públicos.  (“Pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?”). Igual al padre de familia, el pastor recibe autoridad legítima para servir--no para servirse--, para enseñar, para cuidar la iglesia y sus miembros y para servir como su voz frente al mundo.
La reflexión bíblica de la semana volverá a "El Cura de Dos Mundos" la próxima semana.

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