martes, 29 de diciembre de 2015

Quinto Día de la Navidad



Alguien me comentó que esperaba más cuando leyó el post de Navidad. Hoy espero cumplir un poco más con esta expectativa al reflexionar sobre el propósito de la Natividad de Jesucristo.


El anuncio de la Navidad es cosa seria. Proclamamos que Dios mismo asumió la naturaleza humana en su plenitud cuando el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Proclamamos que ya llegó el Rey y Salvador tan deseado y esperado. Esto no se puede encapsular en un solo día—ni siquiera una semana—pues tomamos doce días para celebrar este gran acontecimiento. Tal nacimiento no es cualquiera sino el nacimiento de Dios en la tierra. Es algo grandioso como lo declara el ángel del Señor—Les anuncio un gozo grande que se será para todo el pueblo…Cristo el Señor (Lucas 2:11).

El propósito de la Navidad es mysterium tremendum porque el Señor no nació sólo para ofrecernos un cuento bonito y una excusa para las fiestas. Cristo nació para morir. El recién nacido de Belén es el mismo hombre de la cruz del Calvario. Cristo para morir en nuestro lugar y para pagar el precio de nuestro pecado que es la muerte. Sabemos que El pago del pecado es la muerte pero el don gratuito de Dios es la vida eterna en Jesucristo (Romanos 6:23).  Los teólogos orientales dirían que Dios se hizo hombre para que los hombres se hicieran divinos por la redención de Cristo. Han leído muy bien al prólogo del evangelio según San Juan: Y a todos los que le recibieron les concedió el poder de convertirse en hijos de Dios, que nacieron no por la sangre ni por la voluntad de la carne o de ningún hombre, sino por la voluntad de Dios (Juan 1:12,13).  

En estos días de Navidad demos gracias a este Dios que quiere que nosotros también seamos sus hijos.

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