¡Ya llegó! ¡Ya llegó! ¡El Espíritu Santo ya llegó!
Pentecostés marca
la llegada del Espíritu Santo como don principal de Dios a su Iglesia. Y don
impresionante lo es. Al leer el recuento de los Hechos uno se da cuenta de
cuanta importancia el día de Pentecostés tuvo para la naciente Iglesia apostólica. Los hombres
tímidos y llenos de miedo salieron a la luz del día para proclamar las buenas
nuevas y actuar en el Nombre de Jesús después de experimentar la manifestación
del Espíritu Santo que Jesús había prometido.
Pedro y los demás empoderados por este Espíritu lograron cumplir la
misión de compartir el mensaje cristiano en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta
los confines de la tierra.
Quizás todavía
más maravilloso es que el don del Espíritu Santo permanece con la Iglesia a
pesar de todos los pecados y las flaquezas de la humanidad. Todo creyente en
Jesucristo puede servir a Dios y ser transformado y empoderado a vivir una vida
llena de la presencia y gracia de Dios nuestro Salvador. Y todo hombre y toda
mujer pueden participar en la gran misión de llevar el amor de Dios a todos los
rincones de este mundo.
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