lunes, 5 de diciembre de 2022

Pensando en el Adviento 2: Tonos del azul

Durante una parte de mi adolescencia, escribí poemas. Ahora todos están perdidos, pero en su momento algunos fueron publicados en revistas literarias locales o universitarias que, por mi fortuna, ya no existen.

 De todos los poemas que escribí solo hubo uno que quisiera poder leer de nuevo; se trataba del Adviento. El paisaje de mi tierra natal, la zona de las Apalaches que se llama “la cresta azul”, me inspiró a pensar en el aquel mundo frío que esperaba el nacimiento de Cristo y en la expectativa de la venida definitiva del Señor para traer luz y vida a la humanidad.

El frío de los primeros días del invierno y la vista de las antiguas montañas que se tornaban cada tono de azul posible, de celeste a morado, me parecían excelentes íconos del Adviento. El frío y la oscuridad de los días más cortos dan ocasión a recordar que el Adviento es una época penitencial. Los azules tan evocativos de las montañas me marcaron mucho, imprimiéndose en mi imaginación, al tal punto que asocio esa gama de colores con la preparación espiritual para el nacimiento del Señor.

 En años recientes ha crecido la tendencia de ofrecer oficios religiosos para las personas afligidas por la tristeza o el duelo durante la época festiva. Es fácil que se nos olvide que, para muchos, las fiestas de Navidad y del fin de año no son tan alegres por pérdidas o experiencias del pasado que les impiden celebrar. Recordemos que también hay muchas personas que sufren por la falta de luz natural al acercarse a los días más cortos del año, por lo menos para los que estamos en el hemisferio norte. Llaman a estos oficios servicios de “Navidad azul” porque dan espacio a la gente para experimentar sus sentimientos sin juicio o extrañeza. (En el mundo anglófono, se asocia el color azul con la tristeza.)  

Aunque nunca he presidido ninguno de esos oficios “azules”, me parece que son un buen aporte al pueblo cristiano. Al expresar nuestra tristeza o dolor, de una manera también confesamos nuestra fe en aquel que viene para juzgar a los vivos y a los muertos y para traer la sanación de nuestras dolencias.

 Como me pasó en aquel tiempo de inspiración, siempre tengo con la extraña sensación de querer más Adviento y de que ojalá durara más esta época de esperanza y expectativa. Quiero seguir cantando “Oh ven, oh ven Emanuel” y escuchando la prédica de San Juan Bautista: ¡Arrepiéntanse, raza de víboras! (San Mateo 3:2)

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