sábado, 31 de diciembre de 2022

Requiescat Benedictus XVI



Hoy recibí la noticia que dentro de un recluido monasterio en Roma murió uno de los grandes teólogos y pensadores de los siglos 20 y 21—Joseph Aloisius Ratzinger, Benedicto XVI. A sus 95 años de edad y con conocidos problemas de salud, la muerte del retirado pontífice fue esperada.
 Ratzinger nace en un día de transición (sábado santo) y fallece en otro (noche vieja), lo que me parece tan apropiado, dado que su vida vio muchísimas transiciones importantes en la vida de su Alemania natal, en Europa y en la Iglesia que tantos años sirvió y amó.

Confieso que tengo una relación inusual con Benedicto XVI. No soy católico romano y nunca lo conocí en persona. Ni siquiera me atreví a escribirle cuando estaba estudiando sus obras. (Solo creo haberlo visto de lejos cuando aún era cardenal hace más de veinte años.) Sin embargo, Joseph Ratzinger ha sido para mí fuente de alegría, compañero en los estudios y estímulo intelectual y espiritual.

Cuando preparé mi tesis doctoral sobre su concepto del Verbo (logos), perdí la cuenta de cuántos libros, ensayos, discursos y artículos había leído, sean escritos por él o sobre él. Los leí en inglés, español, italiano, latín, incluso revisé documentos en alemán y francés con algo de ayuda. Nunca dejó de impresionarme, no solo con la fuerza y la claridad de su intelecto, sino también con su apertura genuina al diálogo con los demás.  Casi todas sus obras citan positivamente a Lutero y Teilhard de Chardin, escritores normalmente no muy queridos por los teólogos católicos. (En su libro de texto para estudiantes de la teología fundamental incluso propone el reconocimiento de los sacramentos y ministerios de los luteranos.) Exploraba el sentido de la ética y la vida del ser humano en conversación con ateos, librepensadores, marxistas, políticos y otros que no siempre compartían su fe cristiana. Dentro y fuera de la Iglesia abogaba por el cristo-centrismo, por una fe centrada en el Amor de Dios y en la Persona de Jesucristo. Tan importante fue ese tema para él que lo eligió para su primera encíclica papal, Deus Caritas est.

Me identifiqué—y sigo identificándome—con su método teológico: El estudio de la Sagradas Escrituras a la luz de la critica histórica y de la tradición de los Padres de la Iglesia y el uso de la razón para llevar las ideas a sus consecuencias lógicas para entenderlas plenamente. Recuerdo varias veces que un feligrés me hacía preguntas a que daba mi respuesta inicial solo para descubrir que Ratzinger ya había respondido igualmente en un artículo que no había leído. Por eso, llegué a considerar al papa Benedicto XVI mi Vaterdoktor (director del doctorado) no oficial, y admito ser un anglicano ratzingueriano.

Lo que siempre me ha entristecido es cómo tantos critican su pensamiento y su teología sin haberlos leído, pero la proyección desde la ignorancia siempre es más fácil que el estudio, el ataque más fácil que el diálogo. Sospecho que quien lea las obras de Joseph Ratzinger descubrirá, como yo, una riqueza de intelecto y de espiritualidad auténtica.

Que descanse en paz.

 

 

 

 

jueves, 29 de diciembre de 2022

Quinto Día de la Navidad: Haciendo planes

¡Feliz Navidad a todos!

Al llegar al fin de año, además de formar los propósitos para el año nuevo, vale la pena hacer planes. Digo eso porque, como nos pasa a casi todos, mis propósitos de año nuevo siempre fallan en la primera semana de febrero si no han expirado en la segunda semana de enero. Pero, cuando hago planes, duran mucho más mis fallidos propósitos. La moraleja es que más vale hacer planes que propósitos.

La diferencia entre los planes y los propósitos es que por lo general los propósitos quedan en el nivel de sentimiento y muchas veces en los sentimientos de culpa o meros deseos: Hacer dieta, perder peso, dejar de fumar o beber, liberarse de deudas. Siendo una expresión de nuestros deseos, los propósitos nos pueden orientar hacia una meta, pero son insuficientes para lograr esos deseos.  

Para lograr un propósito de cualquier tipo, se necesita establecer una meta y formar un plan. Confieso que no siempre cumplo con mis planes, pero siempre los cumplo mucho más que mis propósitos.

Este año quiero hacer muchos planes, pero la clave es que sean planes, no solo propósitos, y acciones, solo no deseos. Aunque uno puede tener el plan en mente, como Dios se lo dijo a Habacuc (2:2), es mejor escribir tus planes.

Comparto ejemplos de mis planes para el 2023.

Planes de leer: Como mínimo, voy a leer El Asedio, El Francotirador paciente y La Hermandad de la Sábana Santa durante los primeros seis meses del año, y en junio prepararé un listado de lecturas para el resto del año.

Planes de escribir: Voy a preparar entradas de El Cura de Dos Mundos para todas las semanas, voy a escribir mis contribuciones asignadas para Sermones que Iluminan, y voy a escribir, como mínimo, seis secciones de un proyecto de libro que comencé hace algunos años.

Planes de estudiar:  Voy a inscribirme en un programa sobre el manejo de conflictos en las organizaciones.

Planes de viajar: Voy a dirigir una Peregrinación a Turquía y Grecia (14-24 de octubre del 2023) para conocer más de la Biblia, especialmente sobre los ministerios de San Juan y San Pablo.  Ya lo estoy organizando con miembros de mi comunidad y todavía hay puestos disponibles para personas interesadas. Más información abajo.*

Sé que ningún plan es perfecto y todo plan está sujeto a la condición de “si Dios quiere” (Santiago 4:15) y el dicho “El hombre propone, pero Dios dispone”; sin embargo, un buen plan, un plan que se puede revisar y mejorar, en verdad sirve para que nuestros propósitos se vuelan realidades cumplidas.

 

*Información sobre la Peregrinación a Turquía y Grecia (14-24 de octubre del 2023): Viaje de 10 días que incluye boletos aéreos (Boston-Estambul/Atenas-Boston), hoteles, transporte interno y las entradas a todos los sitios, guías en español, crucero entre las islas griegas, comidas principales. Los sitios son de interés bíblico e histórico con énfasis en San Pablo y San Juan—Estambul, Troya, las Siete Ciudades del Apocalipsis, Éfeso, Patmos, Santorini, Creta, Corinto, Atenas y más. Si desea más información, escríbame a curadosmundos@gmail.com

jueves, 22 de diciembre de 2022

"The Reason for the Season"

Durante esta época del año, en que todo el mundo parece estar sumergido en el ajetreo de “las fiestas” pre-, post- y pseudo- navideñas, es facilísimo perder el significado auténtico de la Navidad, de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo. ¿Quién no se distrae, aunque sea por algunos momentos, por el estrés de la decoración y los regalos y los demás compromisos familiares y sociales?


No debería sorprendernos, entonces, que cada año uno puede encontrar rótulos y anuncios que dicen Jesus is the Reason for the Season [“Jesús es la razón de la estación”]. Normalmente, tales anuncios se presentan con una estética que no me agrada mucho, pero sí tienen su valor.  Necesitamos que alguien nos recuerde que el motivo de la Navidad es Cristo: su nacimiento y la salvación que nos extiende. Ni los adornos, ni las fiestas, ni los regalos (quienquiera que los traiga) deben usurpar el lugar del Salvador en estas fechas.

Esta mañana experimenté un recordatorio muy parecido al leer una sección del profeta Isaías. Por siglos la Iglesia nos ha propuesto leer de ese profeta durante el Adviento, la Navidad y la Epifanía. Usualmente las lecturas pre-navideñas describen las profecías de la Concepción virginal, el reinado del Mesías como Príncipe de Paz, pero hoy me encontré con el Cántico del Siervo Sufriente (Isaías 52:13—53:12).

El texto es impresionante cuando uno no lo espera. Nos recuerda por qué el Hijo de Dios se encarnó y por qué necesitamos su ayuda--

 Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros. (53:6)

También--

Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado. Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud. (53:4-5)

--Y--

Después de tanta aflicción verá la luz, y quedará satisfecho al saberlo; el justo siervo del Señor liberará a muchos, pues cargará con la maldad de ellos. (53:11)

En Navidad celebramos que el Salvador del mundo vino para liberarnos de nuestra maldad, para sanar nuestras heridas y para reconciliarnos con el Padre a través de su muerte y resurrección.

jueves, 15 de diciembre de 2022

Throwback Thursday: María con Cristo para el Adviento y la Navidad

El Adviento y la Navidad son momentos en que hasta la gente menos mariana habla de la Virgen María. Es algo natural, pues María es integral a los hechos e imposible es evitar el vínculo entre ella y el Señor Jesús a la hora de contar la historia del nacimiento de Cristo. Diría yo que también es un momento cuando se puede ver la Virgen desde la mejor perspectiva, como mujer fiel, creyente y unida a Cristo.  (La Crucifixión es otro momento así.)

¿Cuántos sermones se podrían predicar sobre la Madre del Señor, la Madre de Dios Encarnado, viendo en ella el ejemplo supremo de devoción y fidelidad a Cristo? Por eso he predicado varias veces y he dirigido retiros hablando de las maravillas de la Virgen María y seguiré haciéndolo , pues me encanta hablar de María—pero siempre en relación a Cristo, nunca sola.

 También me interesa el tema de María en el arte.  Desde pequeño me han fascinado las imágenes de la Virgen. ¡Qué gusto cuando por fin pude estudiarlas en los museos e iglesias de Europa! Pero descubrí que no todas las figuras de María tenían el mismo efecto que la de mi infancia que cantaba “Noche de paz”. La verdad es que no me gustaban mucho las imágenes de la Virgen en que aparecía sin el Niño Jesús. Se veían extrañas porque no mostraban su verdadera gloria.  Casi daban a entender que María tenía una grandeza independiente; fue algo muy raro para mí, algo fuera de equilibrio. Era como que no mostraban la verdadera María, la María, llena de la gracia de Dios, que cantó al Señor: Desde ahora todas las generaciones me llamarán dichosa, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí y su Nombre es Santo. (Lucas 1:48,49)


La grandeza y la gloria de María son dones del Señor, son la gracia sobreabundante que Dios imparte a los que creen en su misericordia, y reflejan la grandeza y la gloria de Cristo, al igual que la luna, cuya hermosura es la reflexión del sol radiante. Sin el sol, la luna no alumbra. María sin Jesús no es la misma que nuestra fe conoce. La imagen de María más semejante a la verdad es la de la Virgen gloriosa, iluminada por la luz de Cristo su hijo, cual sol del alma.
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(Esta entrada fue publicada anteriormente.)


lunes, 5 de diciembre de 2022

Pensando en el Adviento 2: Tonos del azul

Durante una parte de mi adolescencia, escribí poemas. Ahora todos están perdidos, pero en su momento algunos fueron publicados en revistas literarias locales o universitarias que, por mi fortuna, ya no existen.

 De todos los poemas que escribí solo hubo uno que quisiera poder leer de nuevo; se trataba del Adviento. El paisaje de mi tierra natal, la zona de las Apalaches que se llama “la cresta azul”, me inspiró a pensar en el aquel mundo frío que esperaba el nacimiento de Cristo y en la expectativa de la venida definitiva del Señor para traer luz y vida a la humanidad.

El frío de los primeros días del invierno y la vista de las antiguas montañas que se tornaban cada tono de azul posible, de celeste a morado, me parecían excelentes íconos del Adviento. El frío y la oscuridad de los días más cortos dan ocasión a recordar que el Adviento es una época penitencial. Los azules tan evocativos de las montañas me marcaron mucho, imprimiéndose en mi imaginación, al tal punto que asocio esa gama de colores con la preparación espiritual para el nacimiento del Señor.

 En años recientes ha crecido la tendencia de ofrecer oficios religiosos para las personas afligidas por la tristeza o el duelo durante la época festiva. Es fácil que se nos olvide que, para muchos, las fiestas de Navidad y del fin de año no son tan alegres por pérdidas o experiencias del pasado que les impiden celebrar. Recordemos que también hay muchas personas que sufren por la falta de luz natural al acercarse a los días más cortos del año, por lo menos para los que estamos en el hemisferio norte. Llaman a estos oficios servicios de “Navidad azul” porque dan espacio a la gente para experimentar sus sentimientos sin juicio o extrañeza. (En el mundo anglófono, se asocia el color azul con la tristeza.)  

Aunque nunca he presidido ninguno de esos oficios “azules”, me parece que son un buen aporte al pueblo cristiano. Al expresar nuestra tristeza o dolor, de una manera también confesamos nuestra fe en aquel que viene para juzgar a los vivos y a los muertos y para traer la sanación de nuestras dolencias.

 Como me pasó en aquel tiempo de inspiración, siempre tengo con la extraña sensación de querer más Adviento y de que ojalá durara más esta época de esperanza y expectativa. Quiero seguir cantando “Oh ven, oh ven Emanuel” y escuchando la prédica de San Juan Bautista: ¡Arrepiéntanse, raza de víboras! (San Mateo 3:2)

martes, 29 de noviembre de 2022

Pensando en el Adviento 1: Su mensaje


Quizás les parezca extraño, pero cada año el Adviento me entusiasma por su relativa pureza.  Como tiempo litúrgico, el Adviento se ve poco afectado por la comercialización, dado que los comercios ya llevan semanas—incluso meses—celebrando "el espíritu navideño" en el sentido de reinos, gnomos y elfos. Aparte de los calendarios de Adviento llenos de chocolates o juguetes de Lego, nadie vende decoraciones, adornillos de plástico o mercancías baratas de esta época. Los supermercados no nos ofrecen ventas especiales o descuentos para el Adviento. En fin, el Adviento aún conserva su aspecto puramente religioso. ¡Deo gratias!

Esta falta de comercialización del Adviento nos permite escuchar el mensaje de la época si deseamos hacerlo con intencionalidad. (Tenemos que querer escucharlo.) Y ese mensaje suena—si tenemos oídos—clara y contundentemente: Arrepiéntanse. Vigilen. El Señor viene. Y viene para juzgar a los vivos y los muertos.

Las colectas y los himnos de Adviento lo expresan de manera libre de sentimentalismos. No esconden la realidad de nuestra situación caótica y precaria en un mundo oscurecido por la ignorancia y el pecado humano, sino que la describen con términos precisos: tinieblas y esclavitud.


Para muestra, un botón:

Dios todopoderoso, danos gracia para despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la luz, ahora en esta vida mortal, en la cual Jesucristo tu Hijo, con gran humildad, vino a visitarnos; a fin de que en el día postrero, cuando vuelva con majestad gloriosa a juzgar a vivos y muertos, resucitemos a la vida inmortal; mediante él, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén. (Colecta para el Primer Domingo de Adviento)

El mensaje del Adviento nos recuerda que no podemos salvarnos por nuestra cuenta porque con nuestros pecados hemos contribuido a esta situación (¡que somos una raza de víboras! [véase Mt 3:7]). La misericordia de Dios en Jesucristo es nuestro único remedio.  Con la lectura de los textos de las profecías bíblicas, el canto de los himnos propios y el rezo de oraciones de la liturgia, confesamos nuestra necesidad de la gracia de Dios para arrepentirnos y despojarnos del mal y mantener viva llama de nuestra esperanza, pidiendo al Señor que venga ya para rescatarnos y ayudarnos.

 

 *Una nota breve al lector: Espero volver a utilizar este medio con más frecuencia para compartir mis reflexiones sobre la fe, la teología y los demás temas que me interesan. Por el momento no sé con qué regularidad voy a publicar, por tanto, pido que sigan la página para recibir notificación de las nuevas entradas. Muchas gracias. JJL+

 

 

 

 

 

 


  




viernes, 30 de noviembre de 2018

Pensando en San Andrés y el testimonio

Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, era Andrés, hermano de Simón Pedro. Al primero que Andrés se encontró fue a su hermano Simón, y le dijo: Hemos encontrado al Mesías, que significa: Cristo. Luego Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús; cuando Jesús lo vio, le dijo:Tú eres Simón, hijo de Juan, pero tu nombre será Cefas, que significa: Pedro. (Juan 1:40-42)

Hoy la Iglesia celebra y conmemora al apóstol San Andrés que por tradición es el patrón de los misioneros. Es una tradición comprensible, pues fue la primera persona en los evangelios que invita a alguien más a conocer Jesús. En el caso de Andrés, el invitado fue su hermano Simón Pedro. Lo importante de todo eso es que Andrés dio testimonio de lo que había visto y experimentado.

Para mí guardar la memoria de San Andrés me recuerda de mi propia necesidad de compartir lo que Cristo ha hecho por mí y de anunciar lo que él ofrece a todos: Su gracia y amor.

En tiempos de controversia y pleito es importantísimo que los cristianos mantengamos lo positivo del amor de Dios delante de nuestros ojos y que compartamos nuestro testimonio de cómo la gracia está transformando nuestras vidas. Podemos hablar del perdón, del consuelo que Dios nos ha dado, de las sanaciones y de todas cosas que salieron mejor de lo esperábamos o merecíamos.

Este testimonio honesto es liberador tanto para el que lo comparte como para el que lo escucha. Nos ayuda a evitar las máscaras falsas y da la esperanza de que nadie está demasiado lejos para recibir la gracia de Cristo que tanto nos ama.

Hoy seamos todos misioneros y pregonemos: ¡Hemos encontrado al Mesías!