martes, 5 de diciembre de 2017

Reflexión Bíblica para la Primera Semana de Adviento (2017)

Oh Dios de los Ejércitos, restáuranos; * haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. (Salmo 80:3)

Ya empezó el  Adviento y ya comenzamos otro año litúrgico. Muchos ya prendimos la primera vela de la corona para iniciar el conteo de los domingos hasta llegar a la Natividad de Cristo. 
Aunque según  mi criterio esta época es posiblemente la mejor del año cristiano, es una joya que fácilmente se pierde por las muchas distracciones de la Navidad anticipada que vivimos en nuestra sociedad comercial: el envío de tarjetas, la compra de regalos y la selección de la ropa para cada ocasión. No estoy en contra de las celebraciones navideñas, pero todas las actividades festivas, las responsabilidades sociales y otros compromisos parecen llenar los horarios y calendarios a tal punto que se nos olvida que se propone el Adviento como tiempo de preparación espiritual.  Es tiempo para orar, para leer la Biblia y para practicar el perdón y la caridad.  Es una época, similar a la Cuaresma, para examinar nuestras vidas,  para reflexionar sobre la venida de Jesucristo y para arrepentirnos de nuestros pecados, pues dice el Señor: Mirad, velad y orad...(S. Marcos 13:33) 
Las oraciones más antiguas asociadas con el Adviento piden al Señor que envíe al Espíritu Santo a nuestros corazones para purificarlos y prepararle allí un lugar santo para su habitación eterna.  Es así, con la ayuda de Dios, que podemos disfrutar el verdadero regalo de la Navidad: el nacimiento del Verbo Encarnado.
Las lecturas para el Primer Domingo de Adviento (2017) son Isaías 64:1-9; Salmo 80:1-7,16-18; 1 Corintios 1:3-9; San Marcos 13:24-37.
 Dios todopoderoso, danos gracia para despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la luz, ahora en esta vida mortal, en la cual Jesucristo tu Hijo, con gran humildad, vino a visitarnos; a fin de que en el día postrero, cuando vuelva con majestad gloriosa a juzgar a vivos y muertos, resucitemos a la vida inmortal; mediante él, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén. (Colecta para Adviento I, LOC 125) 

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