Hoy escribo sobre un tema de muchísima importancia, sobre algo que
puede afectar a toda la vida. Eso no lo quieren perder. El tema de hoy es el valor de los Legos en la formación cristiana. Sí, los
Legos, son aquellos bloquecitos de plástico que han llenado la infancia de niños
alrededor del mundo ya por los últimos sesenta o setenta años. Y aunque usted no lo crea, tienen gran
relevancia para la teología cristiana. ¿Por qué?
Primero, los Legos (o bloques similares—la marca poco importa) por sí son
bonitos. Vienen de varios colores y tamaños. También vienen en varias formas. El pensamiento cristiano casi siempre ha reconocido
en la belleza, sea natural o creada por el hombre, algo valioso. Sólo tenemos
que pensar en nuestro asombro delante de la naturaleza y cómo se refleja
nuestra admiración hacia lo bello en el arte y la arquitectura de las grandes
catedrales del medioevo. Los bloques nos
permitan estudiar e imitar a estos grandes modelos y así contribuyen a la formación
estética y artística (véase Filipenses
4:8).
Además las figurinas que acompañan los bloques tienen la forma del ser
humano y representan una gran multitud de oficios. Hay mecánicos, princesas,
banqueros, vendedores, doctoras y enfermos, meseros y policías. Viven y trabajan en un mundo en miniatura: Hay
hospitales, castillos, restaurantes, aeropuertos y bases espaciales. Incluso se
puede encontrar juegos de bloques para armar un altar con cura. Es decir que en
el mundo de los bloques existe un pluralismo tremendo. Así son
como la gente del mundo real, pues nosotros venimos en varios colores, formas y
tamaños y realizamos una cantidad de trabajos y tenemos muchas vocaciones. Por eso mantienen un interés que se extiende
más allá de una sola cultura y un solo país. Y aunque pareciera que en mundo de
los Legos todos quieren ser piratas, los que juegan con los bloques así se
pueden dar cuenta que el mundo es grandísimo y que está lleno de posibilidades. Nos
muestra que con toda clase de gente que se puede colaborar
harmoniosamente. Ésta es una buena
lección para todos. Los bloques
promuevan la tolerancia y el entendimiento mutuo, contribuyendo de esta manera
a la formación ética y moral (véase Romanos 12:8).
Hay otro aspecto de los bloques que necesitamos en la iglesia ahora. Es la
creatividad. Con los bloques existe un sinnúmero de posibilidades de crear y
construir que se multiplican exponencialmente con cada pieza nueva que se va
agregando. Los límites son la cantidad
de bloques y la imaginación del jugador.
Los bloques nos educan para pensar outside the box y para buscar
nuevas maneras de idear y proyectar lo que nos imaginamos. Nos abren la mente
para solucionar problemas. Nos enseñan a
ingeniar y a crear. De algún modo nos entrena a ser más como Dios,
pues en la creatividad reflejamos algo de su imagen y semejanza (véase Génesis
1: 27-28).
Claro, también existe una versión Lego de la Biblia: The Brick Bible.
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