martes, 27 de marzo de 2018

Reflexión Bíblica para la Semana Santa

Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. (Filipenses 2:5-8)

La Crucifixión por Giotto

El Domingo de Ramos da inicio a la Semana Santa. Es una ocasión también llamada el Domingo de la Pasión porque siempre leemos una de las versiones de la crucifixión del Señor. La combinación de la alegría de la procesión de ramos y la sobriedad fúnebre de la muerte de Cristo nos presenta un contraste marcado.  Para mí este contraste se ve todavía más en la actitud del gentío que celebra la entrada triunfal y regia con gritos de ¡Hosanna! y que condena al Mesías con los gritos de ¡Crucifícalo!

Toda la Semana Santa procede en la misma dirección y demuestra el mismo contraste entre el fervor y la devoción apasionada por un lado y la traición y el repudio por otro. Eso nos debe servir como un recordatorio de lo frágil que somos nosotros los pecadores en nuestra devoción y fidelidad al Señor. Igual que los discípulos, prometemos seguirle hasta lo último pero en realidad fallamos mucho más de lo que queremos admitir.  

Sin embargo, la Pasión también demuestra con claridad que Cristo murió por nosotros, no porque lo merecemos, sino precisamente porque él es fiel y nos ama a pesar de nuestras muchas faltas y culpas. Fue él quien se despojó de su gloria para asumir nuestra naturaleza y aceptar la forma de un siervo. Fue él--Cristo Jesús--que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.



miércoles, 21 de marzo de 2018

Reflexión Bíblica para la Quinta Semana de Cuaresma (2018)

A veces nos cuesta encontrar la relación entre el mensaje del Antiguo Testamento y el mensaje de Jesús. Tampoco es un tema nuevo, pues los primeros cristianos se esforzaron por mostrar cómo Cristo cumplió con las expectativas y esperanzas de la ley y de los antiguos profetas.

Por ejemplo, podemos ver que las prédicas de Pedro siempre resaltan que Jesús es el cumplimento de las promesas de Dios (Hechos 2:1-40):

Pero David era profeta, y sabía que Dios le había prometido con juramento que pondría por rey a uno de sus descendientes. Así que, viendo anticipadamente la resurrección del Mesías, David habló de ella y dijo que el Mesías no se quedaría en el sepulcro ni su cuerpo se descompondría. Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos... Porque no fue David quien subió al cielo; pues él mismo dijo: “El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies. "Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías. (Hechos 2:30-32,34-36)

También la carta a los Hebreos nos ofrece una reflexión extendida sobre la relación lo nuevo y el antiguo. Por eso, la epístola de este domingo describe el ministerio de Cristo en términos del sacerdocio de Melquisedec (véase también Génesis 14:17-24):

De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy.» Y también le dijo en otra parte de las Escrituras: «Tú eres sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.» (Hebreos 5:5-6).

No ha de sorprendernos porque el mismo Jesús explica su vida y ministerio en relación al Antiguo Testamento. Se presenta a sí como el tema principal de las Escrituras: 

Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas (Lucas 24:27).

La lectura del libro de Jeremías es uno de los textos claves del Antiguo Testamento para entender la vida y la misión de Cristo:

El Señor afirma: «Vendrá un día en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá. Esta alianza no será como la que hice con sus antepasados, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; porque ellos quebrantaron mi alianza, a pesar de que yo era su dueño. Yo, el Señor, lo afirmo. Ésta será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo: Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo. Ya no será necesario que unos a otros, amigos y parientes, tengan que instruirse para que me conozcan, porque todos, desde el más grande hasta el más pequeño, me conocerán. Yo les perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Yo, el Señor, lo afirmo.» (Jeremías 31:31-34)


Este texto, especialmente las palabras en negrillas, forma las base de nuestra comprensión del ministerio de Jesús. Son palabras que repetimos en cada celebración de la Santa Eucaristía:

Después de la cena tomó el cáliz; y dándote gracias, se lo entregó, y dijo: "Beban todos de él. Esta es mi Sangre del nuevo Pacto, sangre derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Siempre que lo beban, háganlo como memorial mío". (LOC 285)

Cristo estableció esta nueva alianza (o pacto) con nosotros al derramar su sangre de la cruz para efectuar el perdón de los pecados. Queda claro que la relación entre el Nuevo Testamento y Antiguo es que el Nuevo cumple lo que el Antiguo prometió. Por tanto, el Nuevo Testamento sólo es comprensible a la luz del Antiguo.

Las lecturas para el Quinto Domingo en Cuaresma (2018) son Jeremías 31:31-34; Salmo 51:1-13 o Salmo 119:9-16; Hebreos 5:5-10; San Juan 12:20-33.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Reflexión Bíblica para la Cuarta Semana de Cuaresma (2018)

S. Juan 3:14
Este domingo escuchamos una historia del libro de Números (21:4-9) que muchos desconocemos. Se trata de Moisés y la serpiente de bronce. El Señor los había liberado de la esclavitud, mas el descontento del pueblo aumentó tras su travesía por el desierto. Dios castigó a los hebreos por esa terquedad y por sus murmuraciones, enviándoles serpientes venenosas. Varios murieron; sin embargo, Dios no quiso que murieran sino que se arrepintiesen de su mal actuar. El remedio proveído a los hebreos fue que Moisés hiciera una figura de serpiente hecha de bronce y que la pusiera en un asta. A esta figura todos debían ver con fe para ser sanados. Fueron muchos los salvados.

Por seguir la norma explicada por San Pablo que las escrituras antiguas se escribieron para nuestra enseñanza (véase Romanos 15:4) los primeros cristianos vieron en esta historia un tipo o modelo de la salvación por Cristo: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna (S. Juan 3:14,15). Como la serpiente fue alzada para salvar a los israelitas que creyeron en la palabra de Dios, así fue alzado Jesucristo sobre la cruz para salvar a los hombres que creen en él. La imagen se hace todavía más viva al acordarnos que la figura de la serpiente sobre el asta formó algo semejante a una cruz. La lección entendido es que si tenemos fe en Cristo, Dios nos salvará de nuestros pecados y maldades: De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna (S. Juan 3:16).

Las lecturas para el Cuarto Domingo en Cuaresma (2018) son Números 21:4-9; Salmo 107:1-3,17-22; Efesios 2:1-10; San Juan 3:14-21.  

viernes, 9 de marzo de 2018

Sobre la Tentación

En Norteamérica la gente habla de la tentación de comer chocolate. La idea es que comerse un dulce o un pastel es bueno.   ¿Quién quiere privarse de lo bueno?  Entonces, nuestro discurso sobre la tentación resulta ser más broma que tema serio. Y la verdad es que me parece que ya no sabemos qué pensar sobre la tentación.  Bromeamos porque no sabemos hablar en serio. No sabemos reconocer la tentación en nuestras vidas y mucho menos nos preparamos para enfrentarla.  (De hecho no me acuerdo de escuchar sermones o recibir alguna catequesis sobre la tentación en mis años formativos.)  El resultado es que cuando la tentación se presenta delante de nuestros ojos, no nos damos cuenta.  Si no nos damos cuenta ¿cómo vamos a resistir?
La tentación viene de muchas formas. Siempre se nos puede ocurrir violar alguno de los mandamientos de la segunda tabla de la Ley—Honra a tu padre y a tu madre, no asesinarás, no robarás, no cometerás adulterio, no codiciarás. Todos sabemos que debemos portarnos bien porque queremos que los demás se porten bien con nosotros. Pero más graves son las tentaciones contra la primera tabla de la Ley.  Hoy día parece que estamos tentados como nunca a violar estos mandamientos que fundamentan la primacía de Dios en nuestra vida.  He aquí la raíz de todo pecado, pues todos los pecados se derivan de no darle a Dios el primer lugar. Todos nuestros pecados por lo tanto son una clase de la idolatría y tienen su base en nuestro orgullo (sea personal o del grupo). Eso es lo que debemos resistir con ganas y es fácil rendirse.
El problema es darse cuenta de esta tentación. Parece obvio pero siempre estamos dispuestos a  poner  a cualquier cosa en el lugar de Dios. Es lo más fácil:  Sólo es por un rato. Mañana oro. Mañana leo la Biblia. Cuando tengo más tiempo voy a congregarme. Hoy hace frío. Hoy calor, etcétera, etcétera.  Pero Dios nos llama ahora porque hoy es el día de salvación (Isaías 48:9; 2 Corintios 6:2).  Hoy nos llama a seguir a Jesucristo. Hoy nos llama a llevar nuestra cruz. Hoy nos llama a amar a Dios sobre todas las cosas. Pues, de mañana no tenemos garantías.
Que esta cuaresma nos sirva para resistir la tentación de poner para mañana lo que Dios nos pide hoy.
Una versión de este artículo ha sido publicada previamente en "El Cura de Dos Mundos".

miércoles, 7 de marzo de 2018

Reflexión Bíblica para la Tercera Semana de Cuaresma (2018)


Las lecturas para este domingo ofrecen algunos de los textos favoritos de los predicadores: Los 10 mandamientos, la “tontería” de la cruz y la purificación del templo. Cada texto sería la base de una buena predicación, pero espero que no se le haya ocurrido a nadie predicar sobre todos los textos en un solo sermón. (En mi caso, prediqué sobre Éxodo 20.)
Ahora quiero reflexionar un poco sobre el texto de la epístola.

El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los que van a la perdición; pero este mensaje es poder de Dios para los que vamos a la salvación…Pues lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana. (1 Corintios 1:18,25 DHH)

Para mí hay algo que me llama la atención. Es lo siguiente. Aunque el mensaje del apóstol no sea de todo nuevo, expresa algo abrumador.
No es nuevo, pues, el profeta Isaías trasmite el mensaje de Dios:

Porque mis ideas no son como las de ustedes,
y mi manera de actuar no es como la suya.
Así como el cielo está por encima de la tierra,
así también mis ideas y mi manera de actuar
están por encima de las de ustedes.
El Señor lo afirma. (Isaías 55:8-9 DHH)

Los pensamientos de Dios distan mucho de los pensamientos de los seres humanos, tanto como el cielo dista de la tierra. En vista del mensaje de Isaías, no debe sorprendernos que la sabiduría de Dios exceda la sabiduría humana; incluso, lo que pudiera parecernos tontería divina excede a nuestra comprensión y habilidad para razonar. El problema de la “tontería” de Dios no reside en que ésta sea una locura sino en que nosotros somos tan locos y necios que no la queremos entender.
Lo realmente chocante del mensaje 1 Corintios 1:18-25 es cómo jugando los conceptos de sabiduría y locura pone en relieve la distancia entre Dios y la humanidad por el pecado. Cuando por una aparente tontería la sabiduría de Dios se acercó a la humanidad en la persona de Jesucristo, la rechazamos clavándola a una cruz. Quisimos matar al que nos quiso salvar. Nuestra “sabiduría” sólo nos llevó a rechazar la buena voluntad de Dios. ¡Qué locura!
Nuestra esperanza es que Lo que en Dios puede parecer una tontería ves mucho más sabio que toda la sabiduría humana (v.25).

Las lecturas para el Tercer Domingo en Cuaresma (2018) son Éxodo 20:1-17; Salmo 19; 1 Corintios 1:18-25; S. Juan 2:13-22.