viernes, 25 de marzo de 2016

Sagrado Triduo—Viernes Santo


Ésta es la segunda parte de la serie sobre los Tres Días Sacros. Se trata del Viernes Santo.
Viernes Santo. El Viernes Santo es el segundo día del Triduo  y como es de esperarse es un día único en varios aspectos. La liturgia del día no se parece mucho a los demás oficios del año y está compuesta de secciones, algunas de las cuales son opcionales en el Libro de Oración Común actual. (El LOC  de 1979 es el primero que incluye un rito especial para este día.) Todas las partes se giran en torno a la Pasión del Señor Jesucristo, pues hoy la Iglesia contempla la muerte de Cristo.  El color tradicional no es rojo sino negro por ser el color de luto.  

Liturgia de la Palabra. Los textos bíblicos hablan de la muerte del hombre santo y del sacerdocio verdadero, el de Cristo. La Pasión siempre es la versión de San Juan, leída o cantada. Es una lectura larga y pesada para los oyentes y realmente debe ser el centro de la liturgia. El Sermón que sigue viene a llamar la atención de la congregación al mensaje del evangelio y a la persona de Cristo crucificado.  Hay que dejar espacios para el silencio y sólo cantar himnos sobrios.
Las Colectas Solemnes. Aquí brilla el diácono en su función litúrgica principal de llamar a los fieles a la oración. La congregación ora en silencio o voz baja. El presbítero recapitula a esta oración con la colecta. Realmente esta sección es una letanía en que la Iglesia intercede por el mundo delante de la Cruz y ofrecemos el sacrificio de la muerte del Señor al Padre por el bien de la humanidad.
Las Devociones a la Cruz. El LOC indica que podemos incluir devociones apropiadas en la Liturgia de Viernes Santo. Se trata de la veneración de la Santa Cruz que es una práctica muy antigua. Es opcional, pero casi universal en la actualidad. Al venerar la Cruz adoramos a su víctima.
La Comunión del Presantificado. Se puede administrar la Santa Comunión de los dones consagrados en la Eucaristía del Jueves Santo. En tal caso, aquí sigue la confesión del pecado y el Padrenuestro. En siglos pasados dos posibilidades existían, la de celebrar la Eucaristía y la de no recibir el sacramento en este día. Recibir la Comunión puede ayudarnos a sentir profundamente la unión con el Señor, pero el privarnos del sacramento en un día tan importante nos puede obligar a ver la realidad—Mataron al Señor y lo llevaron.
Oración final. El oficio termina con una oración final que pide al Cristo a interponer su muerte entre el juicio de Dios y nuestras almas, pues sólo esto nos salvará.

 

 

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