viernes, 28 de agosto de 2015

Señor, abre mis labios: Los Salmos en Oración


Señor, abre mis labios, y mi boca proclamará tus alabanzas (Salmo 51:16)

Hace poco varias personas de la congregación me preguntaron acerca de los Salmos y cómo los usamos en nuestros oficios. Al pensarlo me di cuenta que cada rito del Libro de Oración Común incluye a los Salmos como un elemento constante. A un mínimo los leemos, en los mejores momentos los cantamos y cuando hacemos como Dios manda, los oramos.

Los primeros cristianos recibieron este patrón de culto de nuestro Señor y lo trasmitieron a Iglesia hasta nuestros días. Los Evangelios nos dicen que fueron los Salmos las palabras que salieron de los labios de Jesucristo en la noche de la última cena y en la cruz.    Quizás por eso los Salmos formaron el primer y prácticamente el único himnario cristiano por siglos.  Hoy cantamos una gran variedad de otros cantos pero sabemos que hay algo diferente en cuanto a los Salmos. Este “algo diferente” es el factor divino—Los Salmos gozan del visto bueno de Dios y forman parte de nuestra Biblia. Es decir que son Palabra de Dios.

Cuando uno empieza a orar los Salmos, y no sólo leerlos, descubre pronto con los grandes santos (como Atanasio de Alejandría y Agustín de Hipona) que son como un espejo que refleja el alma del lector orante. Podemos descubrir que las palabras del salmista dan voz a nuestras experiencias y emociones, a nuestras alegrías y a nuestros miedos. De esta manera los Salmos validan a todo el rango del sentir humano, incluso a los sentimientos de incertidumbre, venganza y la frustración y enojo con Dios. En los Salmos se reconoce honestamente a la totalidad de la vida real. Este reconocimiento de la experiencia humana  nos puede enseñar a orar mejor, pues los Salmos también nos dan cómo expresar nuestras necesidades y preocupaciones a Dios en palabras que él escucha y que quiere escuchar. 

En mi propia experiencia de la práctica de leer los Salmos en secuencia a diario me ha llevado a orar los salmos de agradecimiento cuando estaba resentido y los salmos penitenciales cuando estaba demasiado confiado. Ambos acontecimientos me hicieron volver al centro y a reconocer la presencia de Dios cuando más lo necesitaba.  Los Salmos también me dieron las palabras de oración en los momentos en que no fui capaz de orar de otra manera.  Doy gracias a Dios por darnos los Salmos y a la Iglesia por enseñarme a orarlos.  Así que recomiendo a todos que tomen sus Biblias y  que mediten, canten y oren los Salmos, porque Dios los escuchará.

 

lunes, 24 de agosto de 2015

Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 3)


Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 3)
Prioridad 3: La enseñanza
En continuación de los dos posts anteriores, hoy seguimos con el consejo paulino, Dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza (1Tim.4:13) para ver la importancia de la enseñanza en el ministerio pastoral.  
Por tradición los anglicanos respetamos mucho al papel magisterial de los sacerdotes.  El libro de ordenaciones de la Iglesia de Inglaterra  y de la Iglesia Episcopal (hasta 1979) pregunta a los candidatos al presbiterato:
¿Os dedicaréis siempre con toda fidelidad y diligencia a administrar la Doctrina y los Sacramentos, y la Disciplina de Cristo, como el Señor ha mandado, y esta Iglesia los ha recibido de acuerdo con los mandamientos de Dios; de manera que podáis enseñar al pueblo encomendado a vuestro cuidado pastoral y guardarlos y observarlos con toda diligencia? ¿Y estaréis dispuestos a desterrar y rechazar de la Iglesia, con toda fidelidad y diligencia, todas las doctrinas erróneas contrarias a la Palabra de Dios; amonestar y exhortar pública y privadamente, tanto a los enfermos como a los sanos, en vuestras Congregaciones, cuando lo exija la necesidad, y la ocasión lo requiera?  (Fórmula para Ordenar Presbíteros, LOC 1928).
Los interrogatorios que siguen también enfatizan la enseñanza o la doctrina, que es la traducción más tradicional de la palabra que usa san Pablo (didaskalía).  Tanto peso en la enseñanza es bíblico. En el Antiguo Testamento el sacerdote Esdras organiza a los levitas para poder enseñar al pueblo y explicar los rudimentos de la fe cuando  volvieron del exilio (cf. Nehemías 8). Los santos apóstoles también nos dicen que la enseñanza es primordial para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error (Efesios 4:14). Parece que mala doctrina lleva a mala condición espiritual, pues Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo (2 Juan 1:9).
Algo interesante del rito de ordenación es que no pregunta si el nuevo presbítero predicará, sino pregunta si va a enseñar. La predicación, por tanto, es sólo una parte de la enseñanza.  La predicación es una forma de enseñanza pública. Catequizar también lo es.  Antes de la creación y extensión masiva de la escuela dominical, los curas anglicanos estaban bajo la solemne obligación no sólo de predicar los domingos y días festivos sino de catequizar a los niños de la congregación todos los domingos para que aprendiesen el Padrenuestro, el Credo y los Mandamientos.     
Existe además la enseñanza privada, lo que hoy llamamos el discipulado. Los sacerdotes deben hacerse disponibles que explicar la fe a creyentes, a no creyentes y a todos los que tienen preguntas sobre la vida cristiana. A veces también requiere bastante preparación y trabajo, pero es para la edificación del Cuerpo de Cristo y por esto han sido llamados y ordenados.
El sacerdote también tiene la obligación de enseñar con su vida (¡y con la vida de su familia!) como lo muestra el mismo rito de ordenación:

¿Os dedicaréis con todo cuidado  a modelar y conformar vuestra vida y la de vuestras familias de acuerdo con la Doctrina de Cristo, para que tanto vosotros como ellos, deis en cuanto os sea posible, los más saludables ejemplos y modelos al rebaño de Cristo?
 Es decir que el cura anglicano se levanta y se acuesta con la tarea de enseñar y por tanto debe ser cuidadoso en todo momento, cuidadoso con lo que hace y cuidadoso con los dice porque nunca sabemos cuándo la vida le dará la oportunidad de demostrar y comprobar la fe a muchos durante el diario caminar.
Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros (Tito 2:7-8).

jueves, 20 de agosto de 2015

Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 2)

Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (parte 2)
Prioridad 2: El trabajo pastoral
Seguimos hablando de algunas prioridades en el ministerio sacerdotal, las cuales se basan en un consejo de la primera epístola a Timoteo, Dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza (1Tim.4:13).  Al concentrarnos en “la lectura,” nos dimos cuenta que los sacerdotes tienen la obligación de profundizar su conocimiento de la Palabra de Dios a través del estudio.  
Hoy quiero enfatizar “la exhortación” en el ministerio.  La palabra griega atrás de la traducción (paraklésis) normalmente no quiere decir regañar o estarle diciendo a la gente lo que tiene que hacer, sino que representa a todo un campo de ideas relacionadas con la obra del Espíritu Santo, el Paráclito, que cuida, anima y consuela a todo cristiano.  Aquí exhortación es la obra pastoral, el ministerio de cuidar al pueblo de Dios.  
Encontramos una descripción de este tipo de ministerio en la carta a los Hebreos: Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados;  y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza (Hebreos 5:1-2). Vemos que en su trabajo pastoral el sacerdote intercede por el rebaño que se le ha encomendado y le provee los sacramentos y otros recursos espirituales necesarios para la vida en Cristo, siendo él también un hermano  entre ellos. 
Catedral de San Pablo, Londres
Pero ofrecer la misa y acordarse de los feligreses durante sus oraciones no es suficiente para cumplir con el mandato bíblico. Para dedicarse a la exhortación bíblica, el pastor necesita ejercer lo que en inglés llamamos the ministry of presence (el ministerio de la presencia). Tiene que estar con los fieles,  pues se requiere estar presente con ellos para conocerlos y sus necesidades. Por tanto, el sacerdote debería estar disponible para escucharlos cuando frustrados y darles consejo cuando lo piden y para visitarlos cuando están enfermos.  Es el trabajo del cura animar, consolar, reconciliar y extender la gracia de Dios a todos sus hijos en Jesucristo.
Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis.
(1 Tesalonicenses 5:11)


martes, 18 de agosto de 2015

Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal: Parte 1


Algunas prioridades en el ministerio sacerdotal (Parte 1)

En su primera carta a Timoteo, san Pablo aconseja al joven líder cristiano, Dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza (1Tim.4:13). Para el sacerdote de hoy las mismas tres cosas parecen ser necesarias para cumplir con su vocación y ministerio, cada una de las cuales será un tema en esta serie de posts sobre algunas prioridades en el ministerio sacerdotal. 

Prioridad 1: El estudio  

 El ministro de Dios requiere conocimiento. No puede dar lo que no haya recibido. No puede guiar a otros si es igual de ciego que los demás. Tiene que leer y estudiar, pues el saber no viene por osmosis, sino por el estudio y la meditación. El sacerdote necesita empapar su mente y su corazón con la Palabra de Dios. También tiene que aprender a usar las herramientas de la interpretación bíblica y a conocer las enseñanzas de los grandes maestros de la fe para evitar equivocaciones y errores doctrinales que contribuyen a otros problemas. 

En verdad el tema del estudio y el conocimiento es cosa seria, pues en el Antiguo Testamento leemos como Dios castigó a los sacerdotes que no buscaban al conocimiento: Ya que tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio (Oseas 4:6b).  En términos positivos, el Señor dice al profeta Malaquías: Labios sacerdotales han de guardar el saber y en su boca se busca la doctrina, porque es mensajero del Señor de los ejércitos (Mal.2:7).Por eso el rito de Ordenación de un presbítero pregunta a los ordenandos: ¿Serás diligente en la lectura y estudio de las Sagradas Escrituras, y en la búsqueda del conocimiento de aquello que te haga un ministro de Cristo más fuerte y capaz? Es tan importante que al que dice que no quiere esforzarse en el estudio, la Iglesia no le puede encomendar el cuidado de las almas.

Algunos quizá dirán que lo que estudian en el seminario es suficiente para su ministerio sacerdotal después, pero eso no es cierto. Se comprueba porque, como vemos en los ejemplos anteriores, la obligación de buscar el conocimiento de las Escrituras cae sobre los que están sirviendo en el altar y no sólo sobre los candidatos. Es como dice un antiguo manual para sacerdotes anglicanos: No es suficiente haber cursado un programa de teología y haber entendido su significado; ni siquiera es suficiente haberlo enseñando públicamente. Más allá de eso, uno debe cultivar asiduamente esta ciencia para imprimir sobre la mente lo que se ha aprendido más profundamente todavía y para obtener la información nueva que la teología siempre nos ofrece.  El sacerdote que ignora la teología  o menosprecia a  la sagrada ciencia  es igual al médico que ignora o menosprecia al estudio de la medicina (The Priest’s Companion, 54).    

  

viernes, 14 de agosto de 2015

La Dormición de la Virgen



Tiziano, la Asunción, 1516-1518
Mañana, 15 de agosto, celebramos la Dormición* de la Virgen María y nos da ocasión para hablar sobre ella. Los anglicanos amamos a la Madre de Jesucristo. (El que quiera negarlo necesita estudiar más su teología y su historia.) El culto anglicano lo comprueba de varias maneras:

En continuidad a la práctica de la Iglesia antigua entonamos el Cántico de María, el Magnificat, todos los días en nuestra oración vespertina; celebramos sus fiestas, tales como la Anunciación (25 de marzo y a veces llamada “Día de nuestra Señora”), la Purificación de la Virgen (02 de febrero),  la Visitación (31 de mayo), la Natividad de la Virgen (08 de septiembre), la Dormición de la Virgen (15 de agosto), la Concepción de la Virgen (08 de diciembre); damos gracias a Dios por la obra de gracia realizada con su vida; la proclamamos “bienaventurada,” “bendita entre todas las mujeres,” “Virgen Pura,” “Madre de nuestro Señor” y “Madre de Dios;” hasta pedimos al Señor que podamos compartir gloria con ella en el reino de Dios; y nuestros himnos oficiales la llaman “excelsa,” “más alta que el querubín” y “más bella que el serafín”.  


Nada de lo mencionado viene de textos fuera de las ediciones estándares del Libro de Oración Común o del Himnario; es decir que no son sólo exageraciones de algunas personas mal informadas. No son excesos de unos cuantos grupos subversivos de ritualistas. Son parte del anglicanismo que a la vez es católico y reformado y que trata de mantener lo mejor de las más antiguas tradiciones cristianas .
  

En fin, los anglicanos celebramos y veneramos a la Santísima Virgen María por ser fiel a la vocación que Dios le dio, por guardar la Palabra en su corazón y en su seno y por alcanzar, por la Sangre de su Hijo, la corona de gloria que san Pablo nos dice que espera para todo creyente que persevere en el amor de Cristo.  


*Uso la palabra Dormición (gr. Koimesis, el dormir) por ser el título más antiguo para esta fiesta y el que menos excita la controversia sobre la definición extra-bíblica de la Asunción. Las oraciones antiguas hacen mención de la muerte física de la Virgen y su descanso en el Señor. Las Iglesias Orientales también observan la festividad con el nombre de Dormición. El LOC actual de la Iglesia Episcopal lo llama, “Santa María Virgen, Madre de Nuestra Señor Jesucristo.”

martes, 11 de agosto de 2015

El Oficio Diario



Ayer tuve una conversación con un amigo laico sobre la espiritualidad del Oficio diario, la oración matutina y vespertina, en nuestra tradición anglicana. Nuestras experiencias con el Oficio han sido parecidas en algunos aspectos. Los dos comenzamos a rezarlo en nuestros años estudiantiles y ambos descubrimos el valor de mantener esta dieta espiritual lectura bíblica, alabanza e intercesión con la iglesia día tras día sobre varios años.  Tengo ya más de la mitad de mi vida usando alguna forma del Oficio diario regularmente. Cuando por algún motivo no haya podido leerlo, me he sentido raro, como privado de algo esencial. En verdad encuentro un valor especial en recitar los salmos en orden sobre el transcurso del mes, pues me hace dar voz al rango completo de las emociones humanas (i.e. el enojo, la frustración, el asombro, la alegría y la euforia) y no sólo lo que se me ocurra en un momento determinado.  Es como recibir lecciones del lenguaje adecuado para alabar al Señor en los buenos momentos y para reclamarlo en la necesidad.  Con tiempo las expresiones de la página sagrada quedan impresas en la mente y el corazón.

Como clérigo estoy bajo la obligación moral de guardar esta disciplina eclesiástica; sin embargo, el Oficio no es algo estrictamente clerical. Es el sacrificio de oración y alabanza ofrecida, mañana y tarde, de un extremo del orbe al otro, de la iglesia entera y así pertenece a todos los cristianos. Por tanto, aunque uno esté solo físicamente, está siempre unido a todo el pueblo cristiano en sus devociones y, aunque no se siente capaz de alabar a Dios adecuadamente, sabe que hay otros orando en nuestro apoyo para completar nuestras imperfecciones.
El Oficio diaro en la Catedral de San Pablo, Londrés

Por todo esto, estoy convencido del valor del Oficio diario. Sé que a muchos les parece algo demasiado rutinario y complicado. Es como toda disciplina: Se requiere práctica para adquirir la destreza pero el resultado vale la pena.

(Para más información sobre el Oficio diario en la tradición anglicana, pueden estos los vínculos:
MissionStClare.com tiene Oración Matutina y Oración Vespertina en inglés y español del Libro de Oración Común de la Iglesia Episcopal.
Commonprayer.org  y la Iglesia de Inglaterra  ofrecen versiones del Oficio Diario tradicional en inglés.

Para los que desean comenzar la práctica del Oficio diario con una versión sencilla en inglés, existe mi libro Our Daily Prayers.)


miércoles, 5 de agosto de 2015

La Transfiguración




La Transfiguración por Rafael


Seis días después toma Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los conduce a un monte alto, aparte, a ellos solos. Y se transfiguró delante de ellos,  de forma que sus vestidos se volvieron tan resplandecientes por su blancura, como ningún batanero en el mundo podría blanquearlos.  Entonces se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.  Tomando Pedro la palabra, dice a Jesús: «¡Rabbí! ¡Qué bueno sería quedarnos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»  Es que no sabía qué decir, porque estaban llenos de estupor. Se formó entonces una nube que los envolvió, y de la nube salió una voz: «Este es mi Hijo amado; escuchadle.»  De pronto, miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.  (San Marcos 9:2-8, Traducción de Serafín de Ausejo)




OH Dios, que en el monte revelaste ante escogidos testigos a tu unigénito Hijo maravillosamente transfigurado, con vestiduras blancas y resplandecientes; Concede misericordiosamente que, siendo libertados de las inquietudes de este mundo, podamos contemplar al Rey en toda su hermosura, quien contigo, Oh Padre, y contigo, Oh Espíritu Santo, es un solo Dios, que vive y reina, por los siglos de los siglos. Amén.




martes, 4 de agosto de 2015

Pensando en el pecado original


Recientemente he encontrado un tema recurrente en las pláticas y consultas con la gente en mi trabajo pastoral. Me lo mencionó un amigo sobre un almuerzo el viernes pasado.  Ayer recibí un mensaje de otra persona que quiere conversar conmigo sobre el mismo tema.  Hace unos días también yo estaba pensando y escribiendo sobre este tema: el pecado original.
En mi experiencia, a pesar de tener un transfondo bíblico-teológico impresionante, la doctrina del pecado original no es algo en que la gente piensa mucho. La excepción viene cuando empieza a estudiar la teología o a revisar documentos como los Artículos de Religión. Entonces hay mil preguntas y reflexiones posibles.  ¿En qué consiste? ¿De dónde viene? ¿Cuál es la extensión de sus efectos? ¿Se elimina con el bautismo?
Hoy no es mi intención responder a todas las preguntas mencionadas. Sólo deseo clarificar la clásica enseñanza anglicana* sobre el tema en cuatro puntos:
1.  El pecado original no trata solamente de seguir el mal ejemplo de Adán y Eva.
2.  El pecado original es una corrupción de la misma naturaleza humana que a todos nos inclina hacia el mal.
3.  Esta inclinación al mal nos lleva directo a la rebeldía contra Dios, pues no podemos no pecar y, por tanto, por nuestra injusticia merecemos el castigo divino.
4. Aunque el pecado original se perdona en los que creen y son bautizados por la gracia de Dios, sus efectos negativos permanecen durante nuestra vida mortal, lo que crea la oposición interior entre nuestro “espíritu” y  nuestra “carne” cuando experimentamos la tentación.  
 
Hieronymous Boesch "el Bosco", Jardín de las delicias, el Museo del Prado, Madrid

 
* El pecado original no consiste (como vanamente propalan los pelagianos) en la imitación de Adán, sino que es la falta y corrupción en la naturaleza de todo hombre que es engendrado naturalmente de la estirpe de Adán; por esto el hombre dista muchísimo de la rectitud original, y es por su misma naturaleza inclinado al mal, de manera que la carne codicia siempre contra el Espíritu y, por lo tanto, el pecado original en toda persona nacida en este mundo merece la ira y la condenación de Dios. Esta infección de la naturaleza permanece aún en los que son regenerados; por lo cual la concupiscencia de la carne, llamada en griego Φρονεμα σαρκος, (que unos interpretan como sabiduría, otros sensualidad, algunos afecto  y otros el deseo de la carne), no está sujeta a la Ley de Dios; y aunque no hay condenación alguna para los que creen y son bautizados, aun así el apóstol confiesa que la concupiscencia y la lujuria tienen en sí misma naturaleza de pecado. (Artículo IX, Del pecado original, LOC pág. 763)